Alfonso Merlos

Estafados y apaleados

Encima de puta, pongo la cama». No le demos más vueltas ni pongamos más paños calientes. Ésta es la única sensación que pueden tener los andaluces decentes después de conocer la última aberración reglamentaria que están dispuestos a perpetrar los socialistas. No puede ser mayor la percepción de humillación y agravio porque lo que se ventila es el desvío fraudulento de un paquete de casi 200.000 millones de las antiguas pesetas. ¡Nada menos!

Pero volvemos a estar ante una realidad orwelliana, kafkiana, o simplemente ante el cortijo andaluz en el que el mangoneo, el abuso y la arbitrariedad son moneda corriente de cambio para la siempre flamante cofradía del puño y la rosa. Siempre arrollando sus cofrades los derechos del pueblo llano y vaciándose los bolsillos, y siempre sus cofrades tan altivos o tan cínicos cuando se les pretende controlar o auditar.

¡Qué ingenuos! Pensábamos que el dinero del contribuyente estaba para defender a los andaluces y no a los que, por acción u omisión, han contribuido a un espectacular y olímpico expolio de las arcas públicas. ¡¿Pero esto qué es?! Pues esto es simplemente la desvergüenza elevada al cubo, porque los que crearon la dichosa partida 31L para forrarse a espaldas del control de la opinión pública se creen impunes o, más grave, directamente intocables.

Con frecuencia los cornudos o los estafados terminan además machacados. Es lo que les está pasando a nuestros compatriotas, al sur de España, después de haber tenido la ocasión –y no aprovecharla– de mandar a hacer gárgaras a los camaradas de Chaves, Griñán, Zarrias y cía. Lo que no arreglaron las urnas ahora lo deberán hacer los tribunales. Y sí, se le volverá a mangar a los más desfavorecidos para pagar el letrado a sus poderosos y, presuntamente, mafiosos representantes.