Paloma Pedrero
Familia
Nada facilita la maternidad por estos lares. Prueben, por ejemplo, a ir solos en el metro con un carrito de bebé. La crónica disminución de nacimientos lo constata. Para los jóvenes con conciencia tener hijos es algo casi heroico. No está esta sociedad diseñada para hacer familia. Y como las desventuras nunca vienen solas, el hecho de tener que criar y educar en contextos agresivos hace que la relación entre los progenitores también desfallezca. La familia tradicional se convierte en familia monoparental. En la inmensa mayoría de los casos es la madre la que sigue conviviendo con los hijos. Es decir, la que tiene que luchar como una fiera para sacarlos adelante en el día a día. Estas madres, se lo aseguro, dejan de ser algo más que eso. Su dedicación a la maternidad se vuelve exclusiva y, cuando reclaman sus necesidades como persona, la sociedad responde con sordera supina. En el fondo el pensamiento sigue siendo: «Haberlo pensado antes». Diferente es cuando el padre asume la custodia de los hijos, ahí la compasión funciona mejor. Madre, hermanas, amigas andan mucho más dispuestas a echar una mano al pobre padre sacrificado y exhausto. El machismo sigue siendo privilegio. Ahora bien, el crecimiento de las familias monoparentales es imparable. Y no sólo por separación o viudedad, también porque muchas y alguno, eligen tener o adoptar niños en solitario. Esta nueva realidad ha de hacer cambiar normativas y leyes de forma urgente. Porque las nuevas familias están desamparadas. Hablo hoy de este asunto porque el Gobierno ha anunciado medidas al respecto. Ayudas a los monoparentales con dos hijos. ¿Dos? Señores, prueben a viajar en metro con dos carros de bebé.
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