Martín Prieto

Federalismo, jamás, jamás, jamás

En España no cabe un tonto mas. El lendakari Iñigo Urkullu tiene buena fama de sensato porque habla con voz queda, pero su argumentario es obsoleto, analfabeto, antijurídico y antihistórico. Recoge el deshecho del derecho a decidir del misticismo secesionista catalán, cree que una República armonizaría «las naciones del Estado», y que aquella es más representativa que la Monarquía. Con esta cursilería del Estado plurinacional, que tiene más matices que la paleta de Van Gogh, vamos a creernos los reinos y principados que conformaron Alemania en el siglo XIX. Nos falta Prusia y Bismarck. A Urkullu no le parecerá suficientemente representativa la monarquía electiva visigótica, que dio tantos reyes por la representación añadida del puñal. Nuestros dos experimentos republicanos no satisficieron al catalanismo y al vasquismo. José Antonio Aguirre pensaba en Euskadi como protectorado británico, y Azaña en sus memorias tronaba contra aquellos políticos catalanes que contemplaron la guerra como un conflicto entre españoles al que era ajena Cataluña. Y es que el separatismo catalán sólo sabe sublevarse contra la República. Les falta alzarse contra la Monarquía. Afirman de Rubalcaba que no duda de la nacionalidad española y de sus fronteras como Estado, pero cada vez que se junta con Pere Navarro en Barcelona saca a pasear el federalismo como remedio taumatúrgico de nuestra doliente convivencia. Ni él ni cualquier otro federalista de ocasión explican someramente qué proponen, porque hay federaciones como coches en un salón del automóvil, y no se vende un Rolls como un Lada soviético, igual que nada tienen que ver los EEUU con las demás federaciones americanas. El federalismo que tuvimos fue cantonal y el que se sugiere será centrípeto o no será. Todo menos aceptar el disfraz semántico de que la Constitución que nos dimos es federal bajo el alias de «autonómica». Federalismo, jamás. Nos es tóxico y cainita.