Elecciones autonómicas
Feijóo, frente a todos
Las elecciones autonómicas del próximo 25 de septiembre en Galicia se presentan decisivas. Sin duda. Y no sólo para esa Comunidad. Alberto Núñez Feijóo se la juega. Claro. Pero me atrevería a decir que también el propio Mariano Rajoy, no ya sólo como presidente nacional del PP, sino porque este nuevo dictamen de las urnas, apenas tres meses después de las generales y con un más que probable escenario de bloqueo de la gobernabilidad de España, da a esas elecciones un sabor político muy especial. Ciertamente, el hoy presidente de la Xunta mantiene bien engrasada la maquinaria popular con el objetivo de mantener el emblemático bastión gallego. Lo hace ahora mismo bajo la amenaza de quedarse a las puertas de la mayoría absoluta, lo que abriría un escenario muy problemático para la región, aunque también para el actual presidente del Gobierno en funciones.
Galicia puede ser el espejo que busca Rajoy para hacer llegar a Pedro Sánchez y al PSOE la necesidad de un acuerdo entre las dos principales fuerzas del país, sobre todo teniendo en cuenta que la alternativa a Feijóo sería que el PSdeG sumase sus escaños al Bloque Nacionalista y a una macedonia de ideologías encerradas en un partido instrumental como En Marea (con Podemos obligado a claudicar y diluirse dentro de esta fuerza política constituida con el respaldo de Anova, IU y las 35 mareas locales). O sea: convertiría en mera anécdota el desastre que ya supuso el bipartito entre socialistas y nacionalistas gallegos, de nefasto recuerdo, a las órdenes de los efímeros Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana. Ante su tercera cita electoral, tras ocho años de gobierno, Núñez Feijóo demuestra su pleno compromiso con el Partido Popular al asumir el riesgo añadido de la irrupción de C’s. Es decir, en esta nueva cita el centro-derecha gallego se presenta fraccionado. Y con lógicas dudas sobre si el partido de Albert Rivera es una opción «posible» en esta comunidad, puesto que tiene muy complicado lograr algún escaño y esos miles de votos que ciertamente atraerá pueden al final resultar letales para el triunfo del PP. Alberto Núñez Feijóo representa en este momento para los electores de centro-derecha el único proyecto con sentido de Estado y garantía de futuro que tiene opciones reales, frente a unas siglas naranjas sin implantación ni estructura y que arrastran una crisis, entre otras razones, por las luchas de personalismos e, incluso, por los caprichos de su dirección nacional. Total, nada: un coctel explosivo. Buena muestra de ello es la apuesta de Rivera por una candidata, la periodista Cristina Losada, que desea a toda costa hacer olvidar su trato estrecho con el PP de Esperanza Aguirre, y cuya única relación previa con la fuerza emergente, señalan fuentes internas críticas de C’s, pasa por su amistad con Juan Carlos Girauta, portavoz del partido en el Congreso. Poco más. Desde luego, en este contexto, la división del voto sólo va a beneficiar a las fuerzas ultraizquierdistas y al populismo deseoso de dar un zarpazo en Galicia convirtiéndose en determinante tras el 25S.
La escasa solidez de C’s en Galicia es también una tónica presente en otros rivales electorales de Feijóo. Además de darse a conocer entre sus electores, el candidato del PSdeG, Xoaquín Fernández Leiceaga, en otros tiempos nacionalista, tiene ante sí la tarea de reafirmar su liderazgo dentro de su propia formación, ahora mismo guiada por una gestora. Y qué decir del espectáculo que viene mostrando la reunión de ultraizquierdistas y populistas de todo pelaje de En Marea, que ha terminado con la cesión por parte de Pablo Iglesias, ordeno y mando a los suyos, vía Twitter, de diluir sus siglas dentro de un «partido instrumental» porque, en palabras del líder morado: «No hay nada por encima de la unidad cuando nos jugamos el cambio en Galicia». Igualmente, el Bloque está entretenido en su propio carajal, comido por unas Mareas plagadas de antiguos dirigentes nacionalistas, necesitado de recuperar el espacio que ha perdido en el panorama político gallego. Sin embargo, pese al calvario particular de cada una de esas fuerzas, lo que ninguna discute es que todas confluyen en un mismo objetivo: borrar a Feijóo y al Partido Popular de la política gallega.
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