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Ferraz aprovecha la crisis: «Que Pablo se cueza en su propia salsa»

La Razón
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Ni las cortinas de humo ni la ira contra el mensajero van a librar a Pablo Iglesias de que la opinión pública ate cabos con todo lo que chirría en Podemos. Los pasos de su líder han terminado por proyectar la imagen de un partido que se muere por tocar poder, por pisar moqueta, ajeno a la ilusión que pudo generar en amplias capas de la sociedad enfadadas con unos políticos que se habían ido alejando de lo que importa en la calle. Siguiendo siempre su lógica dogmática, totalizadora, Iglesias se creyó capaz de apoderarse de esa parte de la izquierda desengañada por el final del zapaterismo. El proyecto podemita, sin embargo, no ha sido capaz de entender la política más allá de sectarismos. Y ello, lógicamente, le aparta de una clase media a la que no enganchan las revoluciones, más allá de las que puedan verse confortablemente desde una butaca.

Ahora los objetivos de su líder son engullir a IU (ojo: un millón de votos) y el sorpasso al PSOE. No obstante, en su camino no sólo le han estallado escándalos por su financiación, sino que dentro de su casa las cosas no puede decirse que le hayan venido bien dadas. Según cuentan fuentes fiables, la tensión entre Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, las dos grandes figuras de la formación, se ha recrudecido en estas horas en vez de irse calmando con el tiempo. Además, los equilibrios entre las balanzas de las distintas confluencias están en el aire y pueden suponer una seria caída en caso de nuevas elecciones. Son de la familia, sí, pero cada día se muestran más como primos que como hermanos.

La tirantez con sus «aliados» se ha desatado, desde Galicia a la Comunidad Valenciana. Para muestra, las relaciones personales entre Iglesias y Joan Baldoví, de Compromís, que, reconocen, «son mejorables». De hecho, desde Valencia Mónica Oltra ha hecho de intermediaria entre los dos hombres que se cruzan a diario, «distantes», en la Carrera de San Jerónimo. La lista de desencuentros continúa con el empeño de la líder andaluza del partido, Teresa Rodríguez, en fundar su «Marea del Sur» sin el paraguas de Pablo Iglesias. Podemos Andalucía desea ser el precursor de una autonomía total de los territorios, en línea con lo que defiende, por cierto, el recién propuesto número 3 del partido, Pablo Echenique. Así anda el paño.

Con este enfoque, cada día más complicado para la foto de los morados, se cruza precisamente el intento de Pedro Sánchez para colmar su ambición. El secretario general del PSOE tenía apalabrado verse con Pablo Iglesias antes de Semana Santa, si bien fue el primer interesado en hacer imposible que cuadrasen las agendas. Al líder socialista le ha interesado demorar la cita hasta el próximo miércoles día 30. Sánchez y su entorno no desean que nada desvíe la atención del cisma interno que vive su potencial socio. Ello, además, sin forzar la máquina. No le hace falta. «Que se cuezan en su propia salsa», apuntan en Ferraz. El trabajo ya lo hacen Iglesias, Errejón, Monedero, Colau, Rodríguez...