Alfonso Ussía

Frágil

Infidelidad tormentosa. El Papa Francisco ha recibido en el Vaticano a Hollande con la frialdad severa del confesor de un colegio de Jesuítas que perdona los pecados del alumno lujurioso. Al propio Hollande le sorprendió la frialdad del Papa y mostró turbación, que no arrepentimiento. Hollande no es como Arzallus, del que se dijo que tuvo dos novias simultáneas cuando abandonó la Compañía de Jesús. Dos vascas, claro. Una juncal y rubia y la otra menos aparatosa y de carácter más acomodable. Se casó con la segunda. «La primera es más guapa, y eso se desvanece pronto. La segunda, muy buena cocinera».

Simultáneamente, Valérie Trierweiler, ha manifestado a sus íntimos que está dispuesta a dar la batalla. Para demostrarlo, no ha cancelado un viaje a la India con una organización que se ocupa del hambre que abruma en aquel inmenso país a los niños. Existe cierto esnobismo bondadoso en este asunto. Los niños en la India necesitan ayuda económica, no visitas. Los niños, los medianos y los ancianos. Se contó de la Madre Teresa, que estaba un poco harta de las «niñas bien» españolas que visitaban Calcuta para hacerse las buenas, y volvían a España con una aureola de santas después de no haber ayudado absolutamente nada. «Lo que necesitamos es ayuda económica. Para ayudar a morir a nuestros enfermos de Sida, ya estamos nosotras». A la vuelta merendaban en «Embassy» con sus amigas. «Alucinante lo de Calcuta, alucinante».

Alcanzar la supremacía femenina en una nación como Francia no es sencillo. Y más difícil aún renunciar a ella. Así que doña Valérie vuela hacia Calcuta. Han reducido la visita a dos jornadas por su «actual estado de fragilidad». Creo yo que su fragilidad anímica por unos cuernos públicos y humillantes no puede compararse con la fragilidad física de los niños que se están muriendo de hambre, pero si va a servir para algo ese descomunal esfuerzo de doña Valérie, bienvenida sea la lucha contra su fragilidad en beneficio de la infancia. La visita se cerrará con una cena de lujo en el Hotel Taj Mahal para recaudar fondos. Está bien, pero no es necesario cenar para obtener financiación para los afligidos. Me recuerda a la observación de una bondadosísima veraneante marbellí: «La cena contra el hambre fue mucho mejor, con más gente conocida y un servicio implacable que la cena contra el Sida».

Bienvenida sea siempre la generosidad. Pero esos viajes fastuosos no concuerdan con sus fines, a pesar del admirable esfuerzo de doña Valérie superando su actual estado de fragilidad. Si una mujer se siente profundamente agraviada por una cana al aire marital, se planta y aquí paz y después gloria. No todas las mujeres engañadas tienen a su disposición para vencer la fragilidad anímica un palacio como el de «La Lanterne» y unos bosques como los de Versailles. No obstante, Dios me libre dudar de su buenísima disposición.

El Papa no ha sido tan frágil con su marido, ya conocido en Europa como el «Motopolvos». Si las miradas tienen voz, la del Papa se puede interpretar como un regaño airado y solemne. A pesar de ello, no se advirtió en la expresión del chorreado Hollande una disposición firme de propósito de enmienda y sincera contrición.El Papa le regañaba y él pensaba en la periodista.

La vida es así de rara y caprichosa. Y aún más en las alturas del poder. Ni Valérie va a renunciar a su situación, ni está en condiciones de solucionar el hambre en la India, ni Hollande se va a olvidar de la rubia periodista que acaricia su nuca en los amaneceres, por mucho que le reprenda Su Santidad con sus gestos disconformes. Olalá.