Julián García Candau
Ganar era contra pronóstico
Tokio era la ciudad favorita. Tenía a favor los años que han mediado desde 1964 y 2013, su potencia deportiva olímpica y su contribución económica a los Juegos, desde hace muchos años, por medio de sus grandes empresas. En la última semana, la central de Fukushima, con el aumento de las raciones, le había puesto un torpedo en la base.
Madrid tenía a su lado un programa vendido como de contención económica para romper con la tradición de los grades déficit que dejan los Juegos en las ciudades sede. En contra tenia la situación económica y la proximidad de Barcelona 92. Estambul jugaba con la teoría de que quien resiste gana porque ha intentado poseer las competiciones olímpicas en cinco ocasiones. Por el contrario, estaba condicionada por su condición musulmana y los constantes conflictos que en países de la misma religión se han producido en los últimos años.
Tokio tenía de su lado al mundo asiático y una parte del liderado por el Reino Unido. Desde Londres, con la princesa Ana de ariete, se intentó desmontar a Juan Antonio Samaranch y en ello tuvieron que ver representantes de Canadá y Australia, por ejemplo. Barcelona obtuvo la sede por una razón muy simple: Juan Antonjo Samaranch dirigía el Comité Olímpico Intencional. Éste gobernó plenamente el COI y a su lado tuvo gentes leales. Desde Solidaridad Olímpica, presidida por Anselmo López, que repartía ayuda económica a los comités más desfavorecidos, a la presidencia de varias federaciones internacionales que apoyaban sus iniciativas: Joao Havelange, en fútbol, Primo Nebiolo, en atletismo, y los hermanos Vázquez Raña en la presidencia de la Asociación de Comité Olímpicos Nacionales (ACNO) y la Federación Internacional de Tiro. Subsidiarios los había de todo tipo y condición. El mundo latino tuvo mucho peso y ahora ha perdido buena parte del mismo.
Samaranch apoyó a Madrid en la intentona de Singapur pero ya entonces dijo: «Tengo prestigio, pero ya no tengo poder». Ahora no está con nosotros y aunque todavía hay miembros del COI que por su mayoría votaban a Madrid, hay flancos que la organización española no podía cubrir.
Samaranch tuvo a su lado a grandes empresas multinacionales. Adidas compartió con él programas de ayuda a comités olímpicos recién nacidos y a otros de precaria economía. Las multinacionales japonesas han patrocinado durante años toda clase de grandes acontecimientos deportivos y participaron en la construcción del Museo Olímpico de Lausana, tal vez la obra más querida por Samaranch. Éste visitó todos los comités olímpicos nacionales y en gran parte de los mismos creó lazos de amistad que, en determinados momentos, se convertían en votos por obediencia debida.
Tokio fue sede en 1964, cuando España proclamaba el mensaje de que iba a aprender y de allí se trajo un diploma olímpico ganado por Luís Felipe Areta en triple salto y el honorífico titulo de «Guapa de los Juegos» que se adjudicó a la nadadora canaria Rita Pulido. Entonces también se afirmaba, con ironía, que el éxito de nuestros nadadores era que no se habían ahogado. En Londres y los recientes Mundiales, Mireia Belmonte rompió moldes. El deporte español ya no es convidado de piedra porque posee gran potencialidad en varias disciplinas dato a favor de Madrid.
Contra Tokio se podía argumentar que ya poseyó los Juegos, pero ello no es hecho singular puesto que hay otras ciudades que han sido sede dos veces como Londres, París y Los Ángeles.
Madrid ha tenido que luchar a pecho descubierto en la conquista de la sede de 2020. En su contra, además, ha contado la grave situación económica que vive el país y que para los miembros del COI también era dato a sopesar. Valía aquello de que quien resiste gana, En el caso de la capital española valía también su insistencia, su fe olímpica que no era argumento baladí. Ganar era contra pronóstico.
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