Fernando Vilches

Garantía

De las acepciones que esta palabra tiene en el DRAE, me interesa la 5: «Compromiso temporal del fabricante o vendedor, por el que se obliga a reparar gratuitamente algo vendido en caso de avería», y yo añadiría «o por defecto de fabricación». A todos nos ha pasado que los objetos adquiridos con esa «garantía» suelen estropearse justo al poco de vencer ésta. Es lo que se ha llamado la «obsolescencia programada», que se refiere a que muchos productos salen con una vida útil programada para un tiempo y, a partir de ahí, como ya no surte efecto la garantía y es más caro reparar que comprar otro nuevo, los fabricantes aseguran la salida de sus productos. Lo mismo ocurre con los seguros de hogar. En mi caso, jamás me ha servido para nada el seguro de mi casa: nunca entra dentro de las cláusulas aquello que se rompe. Por ejemplo, los toldos de la terraza que sucumbieron a una ráfaga y quedaron para el arrastre. El día de autos, el viento registrado estaba algo por debajo del mínimo que se requiere para que el seguro actúe. Y pasa con los coches: llévelos usted al taller oficial, porque, si no, pierde la garantía. ¿Qué garantía, si lo que se estropea es por razones que la exceden? ¿Tal vez, porque si los lleva siempre al taller oficial esa garantía hace que el coche no pierda mucho valor a la hora de venderlo? Nada de eso, cuando tratas de cambiarlo por otro en el concesionario que te lo vendió y te lo ha arreglado, da igual cómo esté, la matrícula impone el precio. Confieso que me gustaría tener la cara de felicidad que ponen Casillas o Reina cuando mal cantan «me siento seguro», pero mi experiencia me dice que el único seguro fiable es la atención sanitaria de las enfermeras Sonia y Ruth, y de los doctores y doctoras Rubio, Pinazo, Del Oro, Díaz Simón, Echevarría, González Díaz, López Graña... y el Sanatorio de Nuestra Señora del Rosario. Y, para mi sorpresa, Dyson, que tiene en Alana Barrero una profesional que sí ofrece y cumple la garantía.