Cádiz

Gibraltar y la racionalidad

Los ingleses, tan racionales tantas veces, fallan aquí en la racionalidad. Lo españoles, tratados a veces de impulsivos, llevan tres siglos tragándose la impulsividad. Es lo que quería exponer aquí.

Claro, alguna excepción había de haber, la más notoria la del Sr. Moratinos, al que deberían nombrar gibraltareño de honor, bien se sabe. Otra, la de personas con intereses económicos, los que les venden arena y pedruscos españoles: recortan a España y amplían Gibraltar. Los más hemos renunciado a poner el pie allí mientras no se corrija la injusticia.

Me decía Ronchi March, el mejor helenista argentino, muerto ya, que los dos únicos restos del imperio británico eran la Filología Clásica y Gibraltar. Dejemos la Filología Clásica, siguen en ella en buena posición, pero ya no es su imperio. Queda Gibraltar.

Es una reliquia de otra época que quiere mal que bien sobrevivir. Se entendía en el siglo XVIII: una base naval inglesa camino del imperio, el de la India. La flota repostaba, una pequeña guarnición la protegía, Inglaterra pagaba. Nada especial. Pero ya estamos en el siglo XXI, ya no hay imperio británico, Inglaterra ha dejado Mahón, Malta, el Canal, Hong Kong, hasta la India, antiguo centro del i mperio, del que sólo conserva una base para ir a ningún sitio. Vean cómo España dejó su imperio americano, que transformó en naciones de habla española, y no dejó allí ningún Gibraltar.

Extrañamente, Inglaterra dejó que persistiera una colonia a todas luces innecesaria, en realidad una carga, pagándola y defendiéndola durante 300 años de los débiles gobiernos españoles. Se niega a descolonizarla frente a la decisión de las Naciones Unidas, que en ningún momento han demostrado mejor que su recto juicio va unido a una humillante debilidad: palabras sin hechos. Puro gesto inútil, anacrónico, el suyo: aprueban lo justo, pero...

El Gibraltar-base era defendible en aquellos tiempos, con tal de que el propietario pagara por él y hubiera algo que defender. Pero por un gesto de tonto orgullo Inglaterra mira hacia otro lado y defiende, como forzado recurso, que Gibraltar se convierta en nación. Y una población de gentes de variada procedencia, que jamás fueron una nación, insiste ahora en esa conversión. A costa del vecino, claro.

Y esto –aparte de que choca con los tratados internacionales y con Naciones Unidas– resulta que por sí es inviable y se busca la solución a base de trampas y en detrimento de la nación española. Y la nación española protesta, una vez más.

Son unos pocos kilómetros cuadrados que no producen nada, no hay de qué vivir. Hay que acudir a la trampa: toda clase de trucos monetarios y económicos, dinero negro, contrabando, juego más que dudoso, falsificaciones diversas. Esas mínimas naciones que todavía subsisten son un atraso y una falsificación, no tienen derecho alguno a seguir engordando a costa del vecino y de toda la sociedad internacional. Deberían simplemente prohibirse, no encajan en el mundo de hoy.

Pero la peor es Gibraltar, que ahí sigue. Y hace algo más: intenta crecer a costa del vecino, en este caso España. Invadió con un pretexto el istmo, que ningún tratado les cedió. Allí instalaron un aedródromo en terreno español, de alguna forma lograron hacerlo funcionar. Y ahora quieren crecer apropiándose de partes de España: a españoles desaprensivos les compran la arena de Cádiz, las rocas de Málaga. No se ve por qué esto se tolera. España disminuye, ellos crecen.

Traen dinero de fuera con teléfonos y cables que de alguna manera fueron tolerados y que van a más. Y recortan las aguas de España, las invaden con sus bloques de cemento que estropean la pesca, con espigones construidos con trozos de España.

La misma valla contra la que protestan es ilegal es testigo de una invasión ilegal, el Tratado de Utrecht concebía aquella base como aislada por tierra. Pero crece por tierra, por aire y por mar. Es un verdadero cáncer. Habría terminado, en otras latitudes, por ser incorporado a la nación vecina, así Hong Kong, devuelto a China. Cosas análogas han hecho Portugal, Francia, Holanda. También España. Y no se han reservado para sí ningún Gibraltar.

Sólo Gibraltar es la excepción, a costa nuestra. Se han ofrecido soluciones humanas para una asimilación justa y necesaria. Por lo menos, nuestro Gobierno ha comenzado a rechazar los hechos consumados, a denunciar los abusos. Parece increíble, a estas alturas, que las Naciones Unidas hayan renunciado a imponer su acuerdo y que Inglaterra insista en mantener su rapiña, cuando se han ofrecido soluciones humanas. En fin, vemos al menos una leve esperanza de que los hechos sean reconocidos a nivel internacional y los abusos se reconozcan también y se corten, no crezcan como están creciendo.

Una nación extraña en Cádiz, una nación que crecía cada día a expensas nuestras, era demasiado. Pero ha habido muchas culpas de España: hasta ahora mismo se permitió que nuestro país fuera vendido a trozos (entera no les cabe). De Castiella para acá no se ha hecho nada. Ahora, al menos, nos hemos despertado. Buena noticia, entre tantas malas.