Julián Redondo

Gloria Atlética

El viaje a Segunda de Osasuna y Valladolid, involuntarios pasajeros del vagón del Betis, no es a ninguna parte, como en la obra de Fernando Fernán Gómez, sino al mismísimo infierno, lugar que al Atlético le parece lejano y, sin embargo, se abrasó en él entre los años 2000 y 2002. No hace tanto. Pero salió con vida, ánimos renovados y propósito de enmienda. Después de múltiples cataplasmas y diversos emplastos observó que con el entrenador adecuado y una plantilla decente el cielo no es utopía. Está en la gloria. El regreso a Primera no fue un agradable paseo por la alameda; le costó habituarse y no ha encontrado la paz hasta que apareció Simeone. Antes, con Quique Sánchez Flores tocó pelo, la primera Liga Europa y la Supercopa continental. Después, las dudas de siempre, que si Luis Enrique, que si Caparrós y finalmente Manzano. Pensamientos y planteamientos futbolísticos diferentes. Como para perpetuar un proyecto... Hasta que apareció Simeone, que ha convertido a jugadores que parecían malos en buenos y a los que parecían regulares en excelentes. Le traspasaron a la figura –Falcao– y descubrió a Diego Costa. Es el sino rojiblanco, descubrir talentos y venderlos, porque en su tesorería hay más agujeros que en Alepo. Parecía dispuesto a pagar al Chelsea 25 millones por Courtois, pero se le ocurrió eliminarle de la «Champions» y Mourinho, que de tonto no tiene un pelo aunque la arrogancia le confunda, lo reclama ya. El Atlético ha ganado la Liga 18 años después y 40 años más tarde va a disputar una final de la Copa de Europa. Ni aunque venza al Madrid podrá conservar a sus figuras. El Barcelona piensa invertir 120 millones de euros en renovar la plantilla, después de comprometer 250 en conservar a Messi hasta 2018. El vecino del Bernabéu ha vuelto a fijarse en Luis Suárez y al Liverpool los ojos le hacen chiribitas (¿80 millones?). El Atleti indaga en el mercado sumergido, en piezas semidesconocidas para parchear y venderlas si vuelve a tocar la gloria, y afronta con entereza, desde los despachos, su inexorable destino: vender para sobrevivir, que no es lo mismo que comprar para mejorar. Ni siquiera puede mantener lo que tiene. Courtois está más en Londres que en Madrid –quizá así renuncie, de momento, el Chelsea a Diego Costa–; Miranda forma parte de la revolución azulgrana, como Koke, y Filipe ha despertado el interés de poderosos clubes extranjeros. Lo dice el refrán, qué poco dura la alegría en la casa del pobre. Por eso, al tratarse del Atlético, lo que toca es disfrutar del momento y encomendarse a Simeone, para que no se vaya, que no escuche al Inter, y para que convenza a la superioridad de que los equipos que venden no crecen. El Cholo ya ha hecho un milagro. Es el turno de Miguel Ángel y otra vez de Cerezo.