Cástor Díaz Barrado

Iberoamérica no agoniza

La reciente Cumbre iberoamericana, celebrada en Panamá, ha encendido todas las alarmas tanto por la ausencia en la reunión de un número muy significativo de jefes de Estado iberoamericanos como por la falta de acuerdos en algunas materias que era preciso abordar en este foro y que resultan esenciales para asegurar el futuro de la comunidad de los iberoamericanos. La mera creación de una Conferencia que agrupa a los estados de Iberoamérica supuso un éxito a mediados de los años noventa del pasado siglo y la pervivencia de este foro es un signo de la necesidad de que los iberoamericanos dispongan de un espacio común y singular para hacer valer sus posiciones en la escena internacional, con voz propia y criterios específicos. Pero ha llegado el momento del cambio y de dar un nuevo impulso, y diferente, a este tipo de reuniones y, sobre todo, al proyecto que representa la Comunidad Iberoamericana de Naciones. No se trata, ahora, de que los jefes de Estado y de Gobierno se reúnan cada año o cada dos años sino que existan órganos permanentes y con voluntad propia que impulsen la acción de los iberoamericanos. Cuantas menos reuniones al más alto nivel, mejor si ello se compensa con decisiones cotidianas y de calado en los derechos e intereses de la población iberoamericana. La Secretaria General Iberoamericana debe asumir mayores competencias y gozar de personalidad para proyectarse en la sociedad internacional. Los países de América Latina deben expresar, de un modo nítido, que están comprometidos con la causa iberoamericana y contribuir, cada vez más, al soporte económico de las actividades de la comunidad. México está en una posición muy favorable para liderar este proceso en América Latina con la inestimable colaboración del resto de los países de la Alianza del Pacífico. Hay que buscar fórmulas para que los países del ALBA se sientan cómodos en la realidad iberoamericana a la que pertenecen y a la que tanto han aportado y aportan. Por fin, se ha advertido, con toda claridad, que la cultura, la educación y la ciencia y la tecnología son campos preferentes para profundizar los lazos entre los iberoamericanos y hay que propiciar el salto político de un entendimiento sin fisuras, a pesar de las diversidades ideológicas. Iberoamérica tiene futuro, mucho más que otras regiones del planeta, pero precisa de una reforma en profundidad de los mecanismos y dimensiones en las que se expresa, ahora, en el marco de las relaciones internacionales. A todos los iberoamericanos nos interesa, hagámoslo por lo lazos históricos y culturales que nos unen, y por interés.