La amenaza yihadista

Incongruencias

La Razón
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En este universo plagado de cínicos y listillos, me quito el sombrero ante quienes anteponen la verdad desnuda a lo políticamente correcto, conscientes de que pueden perderlo todo. Hasta la vida. Chapeau por heroínas como tú, escapaste de una situación tóxica con todo el dolor de tu corazón y, al ejecutar semejante salto mortal, salvaste almas colaterales. Te admiro también a ti, amigo noble, porque presenciaste injusticias y las denunciaste. El mejor periodismo tiene que ver con ese «modus operandi» valiente, idealista. Responde, con sus actos, al verso comprometido de Benedetti. «La promesa tan leve no me sirve (...) Me sirve tu sendero, compañero». Ahí están las víctimas de Charlie Hebdo, bandera de la libertad. O el reporterismo de guerras, o los colegas que en países complejísimos, como Turquía, nos detallan, a costa de su propia integridad, cómo el que amaga un golpe de Estado aprovecha, en paralelo, para encarcelar a miles de inocentes.

Aquí, esta semana, los periodistas no han tenido que jugarse la vida pero sí el honor a veces, por contar hechos que dejan a nuestros políticos a la altura del betún. Los aludidos insisten en que no habrá terceras elecciones, aunque tampoco acaban de mostrar sus cartas sobre la mesa. Unos más que otros juegan con nuestro tiempo. Algunos desaparecieron de repente, o no saben, o no contestan. La prensa recoge cada comportamiento y el pueblo dirá, señorías.

¿Qué me decís de Diego Cañamero? Renuncia a su condición de aforado en el Congreso sabiendo que el gesto carece de validez legal. Y luego, en rueda de prensa, cuela a personas de su confianza, disfrazadas de periodistas, para que le pregunten «lo conveniente». Nos lo explicaron, una vez más, varios atónitos reporteros.

Tercera y absurda incongruencia: proclamar que quieres desconectarte de un país y, al mismo tiempo, pedir dinero a ese país, exigir amparo a ese país y agarrarte a sus leyes como un niño al padre, para que te protejan. ¿Me lo explican? Unos cuantos periodistas recogieron aquellas palabras huecas.

También volvió a postularse Otegi, quiere ser lehendakari. No se lo impedirá un Estado opresor, ni siquiera la Guardia Civil –qué más quisiera él–, sino sus propios paisanos vascos, cansados de la etapa odiosa que representa, y que pesa como plomo. Por desgracia, algunos ya no pueden contárnoslo, como José Luis López de Lacalle. Me sirve tu sendero, compañero.