Julián Redondo
¿Inocente?
Ni siquiera los mejores deseos están por encima de la ley, ni el arrepentimiento, aunque sirve de atenuante. Karim Benzema se ha confesado en la televisión pública francesa, semanas después de someterse a un interrogatorio filtrado en píldoras a los medios que le dejan en delicada situación aún sin veredicto. Tras esta declaración tan pactada, en la que subraya que todo es un malentendido, confía en jugar junto a su amigo Valbuena la Eurocopa de Francia y ganarla.
Karim busca una escapatoria que la mayor parte de la afición gala, empezando por el azulgrana Manuel Valls, primer ministro, no está dispuesta a facilitarle. En Francia le han declarado culpable y no consideran esencial su aportación a la selección. Han obviado la presunción de inocencia y le han condenado: «Lo has hecho y lo vas a pagar». Es probable que con la confesión a calzón quitado haya recuperado adeptos a su causa, lo cual es tan difícil de comprobar y tan incierto como que Woody Allen, en «Bananas», fuera capaz de leer, como él decía, pornografía en Braille.
Benzema no fue consciente de su intermediación en el chantaje y algunas de sus declaraciones ante la juez, sacadas muchas de ellas de contexto, le dejan a los pies de los caballos y no encontrará quien le escriba. Su imagen se ha deteriorado. Lo sucedido no es una gamberrada ni una frivolidad. Podría contentarse con salir del barro pagando una multa; pero no parece que su entusiasmo camine paralelo con la sentencia. Proclama su inocencia y no se conforma con menos. Es una aspiración lógica. En «La tentación vive arriba», Marilyn Monroe acariciaba la felicidad con un plan tan sencillo como éste: «Es fantástico. Un hombre casado, aire acondicionado, champán y patatas fritas. ¡Una fiesta maravillosa!». Infinitamente más inocente que el vídeo de Valbuena, causa de tantas desazones.
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