Fernando Vilches

Intelectual de derechas

Estoy deprimido. Un actor con apellido de santo católico y con nombre judío, de gran proyección internacional (a pesar de que por mi ignorancia supina no logro recordar ninguno de sus memorables trabajos) ha dicho que es imposible ser intelectual y de derechas. Tampoco actor y de derechas, director de cine y de derechas o cualquier otra profesión relacionada con la cultura y pensar de forma distinta que el colectivo de la progresía pesebrista. Y yo, autor de algunos libros, colaborador en otros muchos, director de varios proyectos de investigación universitarios, lector impenitente de Cervantes, Quevedo, Lope, Vargas Llosa o Pérez-Reverte, vivía en la inopia y en la soberbia de considerarme un poco intelectual, que no mucho, y, sin vergüenza alguna, como de derechas. ¡Seré pretencioso! Menos mal que estos militantes de la tolerancia, expendedores de carnés de limpieza de sangre democrática, nos advierten de la imposibilidad de casar este binomio aberrante: intelectual y de derechas.

Seguro, además, que este eximio y conspicuo repartidor de etiquetas sabe que «intelectual» significa lo perteneciente o relativo al entendimiento. También, espiritual, incorporal y, por último, dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. Y que de derechas es aquello perteneciente o relativo a la derecha política, lo propio o característico de la derecha política y persona que profesa los ideales de la derecha política. Así pues, una persona que profesa los ideales de respeto y tolerancia a los demás; que defiende la igualdad de oportunidades, pero no el igualitarismo; que apoya el feminismo, pero no el feminazismo; que vive y deja vivir; que le gusta España y Europa... no puede tener la pretensión de ser intelectual. ¡Ah!, peor todavía: creo en Dios, en mi familia, en mis amigos y en el bicarbonato. Lo dicho: ¡imposible!