Historia

Alfonso Ussía

«Invasió»

La Razón
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Desde que se supo que en las postrimerías de la Guerra Civil, el alférez don Antonio Mingote Barrachina –el maravilloso Mingote–, ocupó por unas horas, con la única compañía de un soldado amigo, la ciudad de Barcelona, se estableció una gran diferencia en el ímpetu de la resistencia militar entre Barcelona y Numancia. La historia es como sigue. A la madre de Antonio, doña Carmen Barrachina, le sorprendió la guerra en Cataluña. Se instaló en un piso de la calle Muntaner. Mingote, tres años más tarde, formaba parte de las tropas nacionales que, reunidas en el Tibidabo, aguardaba las órdenes para descender hacia Barcelona. Y el alférez Mingote, que adoraba a su madre, se cuadró ante el capitán de su compañía. -Mi capitán, ¿me autoriza a bajar a Barcelona para abrazar a mi madre?-: - Está usted loco, Mingote. ¿Cómo va a tomar Barcelona solo?-; - muy fácil, mi capitán. Bajo, abrazo a mi madre y vuelvo a subir-; -si lo hace, será bajo su responsabilidad-.

Acompañado de un soldado que le hacía de asistente, el alférez Mingote conquistó Barcelona. Llevaba la estrella de seis puntas en su boina del Requeté. Los viandantes que se cruzaban con él le abrazaban o huían a toda pastilla al grito de «¡Han llegado!» El alférez Mingote y su soldado – un gran contingente militar–, bajaron por Muntaner hasta el portal de la casa de la señora Mingote. La portera le reconoció. -¡Antoñito! ¿Qué haces aquí? Además, tu madre se fue hace tres semanas a Sitges-. Y ante la imposibilidad de llegar hasta Sitges, con la misma educación y cortesía que había conquistado Barcelona, la abandonó camino del Tibidabo. El capitán le preguntó: -¿Qué tal por ahí abajo, Mingote?-; - Muy bien, mi capitán. Unos me abrazaron y otros corrieron como liebres-. Días más tarde, el Ejército Nacional tomó Barcelona, y el alférez Mingote obtuvo el permiso de llegarse hasta Sitges. Lo hizo a pie, y algo intuyó doña Carmen. Le faltaban dos kilómetros de camino, cuando la madre salió al encuentro de su hijo. Esta historia nada tiene de fantasía. Sucedió como la cuento.Un alférez y un soldado tomaron Barcelona cómodamente, sin riesgo y sin hacer uso de las armas. Barcelona es una ciudad prodigiosa y ejemplar en muchas cosas, pero su nombre no figura en la relación de «Resistencias Bélicas Heroicas».

Hace pocos años, aviones del Ejército del Aire, los mismos que velan por la seguridad de todos los españoles, sobrevolaron algunas localidades de Cataluña. Lo hacen frecuentemente sobre Cataluña, sobre Castilla, sobre Andalucía y sobre cualquier territorio de España. Pero en un pueblo del Ampurdán, el alcalde separatista ordenó a sus conciudadanos que se tiraran al suelo por tratarse de un ataque de la Aviación. Y algunos días atrás, cundió el pánico cuando decenas de vehículos militares rodaron por Cataluña de vuelta de unos ejercicios previamente anunciados. En la CUP aseguran que usarán la fuerza para defender la independencia de Cataluña. De acuerdo. Pero no lo harán contra el Ejército, ni contra la Guardia Civil. Los que terminarán por defender la ley y el orden en Cataluña serán los Mozos de Escuadra, que forman parte de la Fuerzas de Seguridad del Estado. «Queremos para Cataluña un Ejército sin jerarquías». Un loable invento del separatismo catalán. Un Ejército en el que nadie ordene y nadie obedezca. Un Ejército que le duraría diez minutos a la Guardia del Principado de Mónaco, por poner un ejemplo de fuerza militar de alto riesgo.

Estos tontos se creen que el Ejército se va a distraer con el independentismo catalán. Desean la «invasió». Nada de «invasió». Actuación de las Fuerzas de Seguridad para poner en orden el desaguisado. El Ejército no invade su propia Nación. En tiempos peores y más sangrientos, lo demostró un alférez acompañado por un soldado. Tomaron Barcelona, y fallado el objetivo, la abandonaron de nuevo mientras se oían en Muntaner los gritos de «¡Han llegado!» y «¡Ya están aquí!».

Y los responsables a la cárcel. Como en la Segunda República. La Historia se repite.