Lucas Haurie
Irreconciliable
En los cementerios de Verdún descansan más de un cuarto de millón de soldados caídos en 1916. François Mitterrand y Helmut Kohl se criaron en el odio que alemanes y franceses se profesaron en el periodo de entreguerras pero cuarenta años después del desembarco de Normandía, posaron cogidos de la mano, en el escenario de la crudelísima batalla, ante cientos de veteranos de las dos guerras mundiales llegados de ambas orillas del Rin. Si Europa ha de ser algo, nacerá de ese gesto de reconciliación. Al contrario, 521 años después de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, la conmemoración de un hecho de armas clave en la conformación de España sigue sin poderse celebrar. El último superviviente lleva cinco siglos criando malvas pero cada 2 de enero se arma el mismo cisco en la Plaza del Carmen. Unas docenas de fachas trasnochados, con pinta de vivir a medio camino entre el Ku Klux Klan y las demostraciones sindicales del Bernabéu, intercambian insultos con medio centenar de ignorantes que han confundido el antifascismo con el rechazo a toda forma de higiene personal. Resulta inevitable, sin embargo, la persistencia de recalcitrantes. No así, y esto es lo grave, la apenas disimulada alineación de los dos partidos mayoritarios con las tesis de unos y otros, conscientes de que una parte de su clientela agradece cualquier guiño a la radicalidad. Así se ahonda en el desgarramiento ideológico de la sociedad, como si no hubiese bastante con la ruina que nos ha caído. Definitivamente, aquí no cabe ni un tonto más.
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