Gaspar Rosety

Javier Clemente

Lo conocí hace más de treinta años, cuando todavía no había ganado títulos y acababa de hacerse cargo del Athletic. No ha cambiado apenas desde aquel inicio de los ochenta, mantiene su forma de ser y de actuar, ejerce su profesión con una idea tan básica como incuestionable por su sencillez. Ayer fue recibido como un héroe nacional, tanto en Trípoli como en Bengasi.

Ha puesto a Libia en el mapamundi del fútbol. Un país sin ninguna trascendencia deportiva, que nos recuerda más por sus problemas políticos y sociales, se ha metido en los telediarios al ganar la Copa de Naciones de África, el verdadero campeonato continental que sólo juegan los futbolistas locales. Allí es triunfador. Aquí casi nunca se le ha reconocido porque su traje de polemista y las críticas al poder y a determinados medios de comunicación y periodistas distrajeron la verdadera imagen de su trabajo.

Clemente pasará a la historia de nuestro fútbol como el primer entrenador que nos ilusionó con la posibilidad de ganar un Mundial. La España clementista de Estados Unidos en 1994 abrió las puertas a un sueño que cumplimos en 2010. La semilla estaba puesta. Camacho, Luis y Del Bosque confirmaron el recorrido iniciado en América.

Ahora, pasará a la historia de África y lo ha hecho en Suráfrica, donde la España «delbosquiana» humedeció nuestros ojos.

El baracaldés es un entrenador magnífico y un tipo excepcional. Parece justo reconocérselo. Su Athletic Club de Bilbao jugaba como los ángeles y ganaba con goleadas, arrolló a todos los grandes y se rehízo grande en sí mismo porque él es también un grande. En Libia se preguntan estos días por la gabarra.