Elecciones en Estados Unidos

La casta y la caspa

La Razón
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La victoria del Sr. Donald Trump ha conmocionado al mundo sensato. Ha protagonizado una campaña audaz e idiosincrática, plagada de ataques personales, insultos y centrada en el sensacionalismo, lo que podría parecer un ventanal abierto hacia la derrota electoral que quizá ha sido la clave de su éxito.

Pocos aciertan a explicar cómo ha logrado la victoria un hombre que ha llegado a decir en su campaña frases como que «las mujeres son, en esencia, objetos estéticamente agradables», que «el acoso sexual en el Ejército es algo totalmente esperable» o que «levantará un muro con México, que hará pagar al gobierno mexicano» y que «deportará a 11.000.000 de personas».

Sin duda, los demócratas se han equivocado con su candidata. El Sr. Trump no quería hablar de política porque no tiene ni la menor idea de qué va a hacer desde la Casa Blanca. Insolvente en política exterior, seguridad, defensa o en materia de política económica, ha campado a sus anchas acorralando a la Sra. Hillary Clinton entre titulares sensacionalistas y escándalos, más supuestos que reales.

Tampoco los líderes del Partido Republicano fueron muy diligentes cuando no supieron entrever una crisis interna que propició el despunte en sus elecciones primarias del Sr. Trump.

Pero ni los errores de demócratas y republicanos, ni tampoco la estrategia del Sr. Trump de polemizar astutamente, alejando los focos de lo importante, para quedarse en lo superficial, son suficientes para explicar por qué los estadounidenses han hecho presidente a un nacionalista-populista, con posiciones erráticas, de extrema derecha en asuntos como la inmigración y próximo a la izquierda sindical en su defensa del proteccionismo comercial.

Los demócratas deberían mirar hacia su país vecino, que hace un año eligió como Primer Ministro al Sr. Justin Trudeau, del Partido Liberal. Su popularidad va en aumento y no como consecuencia del sensacionalismo, sino de su apuesta por el estado de bienestar, la igualdad y los derechos civiles.

Se declara feminista convencido y ha convertido en una de sus mayores preocupaciones la crisis de los refugiados. Ha impulsado una investigación sobre la violencia contra las mujeres indígenas y ha aceptado 25.000 refugiados sirios.

Aprendió bien el oficio desde pequeño. Su padre, el Sr. Pierre Elliott Trudeau, también fue primer ministro en la década de los setenta y pasó a la historia como el impulsor del sistema sanitario canadiense, de la mano de su ministro el Sr. Marc Lalonde, al que hoy se sigue estudiando en la Universidad.

El Brexit y la elección del Sr. Trump no son la muestra de una crisis política y democrática del mundo occidental, ni siquiera de la llegada del populismo salvaje e inculto a los países anglosajones, más bien es la corroboración de que los errores en política tienen un precio muy alto y no solo para los partidos, sino para toda la sociedad.

No extraña que la página web de inmigración canadiense la hayan colapsado miles de jóvenes estadounidenses que quieran huir del futuro, pero eso no arregla las cosas porque las consecuencias de las políticas de la Casa Blanca tienen un radio de acción de muchos miles de kilómetros.

En los próximos días quizá sobren reflexiones improvisadas de muchos líderes de audiencia y tertulianos y falte una más profunda sobre la crisis de la política y la emergencia del populismo en todos nuestros países, también en España.

Muchos pondrán el dedo en la llaga de que los Clinton representan la casta de EEUU, y es muy posible que eso explique una parte, pero habrá que saber el por qué los americanos han apostado por la «caspa antes que por la casta».