La cigarra y la hormiga

Elena Valenciano va a llegar exhausta al 25 de mayo. Hay que reconocer que se está currando su candidatura al Parlamento europeo. No hay un solo fin de semana sin que la tengamos en la sopa a la hora de comer, y en la tortilla francesa a la de cenar. Viajar, desde luego, viaja más que el baúl de la Piquer, mientras en el otro lado de la trinchera Rajoy parece estar disfrutando observando cómo en el ring electoral, en el que todavía no se han encendido las luces, ni ha llegado el público, doña Elena se pasa el santo día lanzando ganchos al aire como si tuviera las dos cejas abiertas y la sangre no le permitiera ver al contrincante. Y es que contrincante, con nombre y apellidos, no lo hay porque don Mariano se ha decidido esta vez por la técnica del vacile, que está sacando de quicio a sus adversarios políticos y a más de un impaciente de su propio partido. El pasado sábado la candidata volvió a Andalucía para hacerse la foto con Susana Díaz, la presidenta autonómica, que lo es, como dirían los socialistas del presidente madrileño, Ignacio González, sin pasar por las urnas, y que goza de una benevolencia casi infinita entre propios y extraños aunque, hasta el momento, ha predicado mucho sin dar un solo grano de trigo. Doña Susana, refiriéndose a lo mal que lo ha hecho, y lo sigue haciendo, la derecha europea, con el PP a la cabeza en esto de la crisis, proclamó a los cuatro vientos que ella no quiere una España llena de pobres que, por lo visto, es la receta del PP para remontar los casi siete años de vacas flacas. La presidenta andaluza, que hasta que no demuestre lo contrario pertenece al clan de las cigarras que llevan tres décadas llenando de pobres subvencionados Andalucía, se apunta a la propaganda de su partido, que considera las políticas conservadoras cosa de hormigas, a las que no califica de trabajadoras y ahorradoras, sino de avarientas neoliberales. Y eso que entre los políticos y sindicalistas andaluces hay mucha hormiga aunque, eso sí, de la variante de las termitas.