César Vidal

La conjura

Hace unos años, me quedé gratamente sorprendido al ver una película española titulada «La conjura del Escorial». Su director, Antonio del Real, articulaba de manera muy atractiva una recuperación de un periodo apasionante de la historia nacional, un retrato fiel de la corte de Felipe II y un relato policiaco. He vuelto a ver la película en varias ocasiones y cada vez me ha gustado más. Por supuesto, a Antonio del Real lo vapulearon porque no era de la progresía subvencionada y porque había decidido salir de un género que cultiva magníficamente como es la comedia, pero la obra hablaba por sí sola. He sabido hace unas horas que Antonio ha sido desahuciado de su vivienda porque debía una cantidad derivada de la producción de aquella película a una caja. En su día, no recibió subvenciones, pagó religiosamente a actores y producción, y ahora está en la calle por poco más de cien mil euros. El caso de Antonio del Real no es, lamentablemente, una tragedia aislada. Sé cómo Hacienda ha quitado su vivienda a actores dejándolos en la calle con familias de varios hijos y me consta que no son pocas las actrices que se han visto obligadas a dejar su domicilio porque los «Montoro's boys» tenían que ayudar a sufragar los dispendios de Mas, las subvenciones de los sindicatos o tantos agujeros por donde se va el dinero del contribuyente. Y a esos desahucios del techo que los cubría sumen ustedes otros como los referidos a los teatros que van cerrando inexorablemente asfixiados por el peso de un IVA que convierte en ruinosas hasta las funciones donde se colocan carteles de «no hay localidades». Imagino que hace tiempo que llegaron a la conclusión de que conseguir tener medianamente tranquilos a los sindicatos o a los nacionalistas bien se podía pagar no sólo aniquilando la cultura, sino incluso hundiendo literalmente en la miseria a muchos de los que viven contribuyendo a la misma. A lo mejor, hasta tienen razón pensando que para teatro el de la saga de los Pujol y para películas, las que nos cuentan tantos estamentos privilegiados. Quizá. Pero yo lo que veo es a gente dignísima y trabajadora que ha dado todo y que se ve arrojada a la papelera de la existencia por políticos carentes de sensibilidad y burócratas sin corazón. Temo que vivimos una conjura y no es la de El Escorial que tan magistralmente filmó Antonio del Real. Es más bien la conjura de los necios y los miserables.