Iñaki Zaragüeta

La corrupción está corrupta

Desde la lentitud y el galantismo, la Justicia garantiza el Estado de Derecho. Fue una sensación agridulce la que me invadió ayer al conocer las sentencias contra los depredadores del Ayuntamiento de Marbella a través de una trama de corrupción, el «caso Malaya». Por un lado, el sentimiento de que esta España de nuestros pecados facilitara actuaciones tan vergonzosas «me duele España ¡soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua... español sobre todo y ante todo», escribía Unamuno, un pensamiento tan actual cuando tan generalizada ha estado la torticera gestión pública por obra y gracia de la cultura del ladrillo.

La hégira de Jesús Gil, con sus mayorías aplastantes, escondía toda una trama delictiva impensable para los ciudadanos. Él y sus cuates, como si de la cueva de Alí Babá se tratara, se conchabaron para demostrar que la realidad supera la ficción.

Paralela a esta conmoción aparece la satisfacción de que la Justicia garantiza el Estado de Derecho. Desde su lentitud, desde su garantismo, los malhechores han de apechugar con la culpa. Así lo revelan patente los 11 años y 240 millones de multa para Juan Antonio Roca, los dos años y 16 de inhabilitación para Julián Muñoz, los seis años para la ex alcaldesa Marisol Yagüe. ¡Qué decir de los cuatro años y 70.000 euros de multa para la ex teniente alcalde socialista Isabel García Marcos, la misma que, desde la más estudiada hipocresía y cara dura, dedicó años a recorrer uno a uno los platos de televisión para exonerarse e imagino, de paso, ir recaudando para hacer frente a lo intuía que se le venía encima. Por no librarse, no se ha librado de cuatro años de prisión ni la testaferro Montserrat Corulla. Sinvergüenzas. Así es la vida.