Política

Alfonso Merlos

La falsa democracia

La falsa democracia
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Solucionar las cosas a medias significa crear más problemas. Así de simple. Así lo deberían estar contemplando los socialistas a la luz del desarrollo de los acontecimientos en Madrid y más allá. ¿Rige o no la democracia interna entre los tataranietos de Pablo Iglesias? ¿Estamos ante el puro teatro? ¿Asistimos a la escenificación del aparente triunfo de las mayorías? ¿De cuáles? ¿Deben imponerse las tesis y los gustos y preferencias de la dirección federal o la voluntad de los militantes? ¿Dónde está la consulta soberana?

Lo que hay es lo que parece: un monumental churro. Se vea por donde se vea. Porque Pedro Sánchez, César Luena y cía no pueden erigirse en exégetas de lo que piensan y sienten los que entienden que el puño y la rosa van a solucionar los problemas de España. Y porque si el problema con el señor Gómez es que era un candidato sin aspiraciones electorales para triunfar, ¿qué debería hacer Ferraz con sus máximos correligionarios en Murcia o La Rioja o Castilla La Mancha? ¡Ay, pobres!

No nos dejemos enredar. Por mucho que se desgañite Chacón o aparezcan personajes de segunda o tercera o cuarta fila reivindicando la esencial función de las primarias, éstas no son más que un pretexto. Una excusa para presentar como ejemplares unas decisiones de las bases que sólo se respetan cuando sintonizan con la voluntad del Politburó, pero que se boicotean desde el primer minuto en el caso de que vayan contracorriente (¡olé!).

De acuerdo con la doctrina más tradicional y ortodoxa, el socialismo se construye de abajo hacia arriba. Algo falla aquí, porque lo que se instituye es el clásico dedazo. Sin contemplaciones ni miramientos. Y encima pretendiendo engañar al personal. ¿Así es como piensa recuperarse el PSOE?