José Antonio Álvarez Gundín

La hora de Duran

En buena hora saltó del barco. Con agudo sentido de la oportunidad, Duran Lleida abandonó el puente de mando de CiU antes de que los Pujol, primero Oriol y luego el padre fundador, chocaran con la violencia de un iceberg contra la línea de flotación. En apenas dos semanas, el buque desde el que los nacionalistas han manejado Cataluña ha corrido la misma suerte que el crucero «Costa Concordia», víctimas los dos de capitanes frívolos y corruptos. Son las consecuencias de navegar con bandera de conveniencia, primero con la senyera, ahora con la estelada y, según las mareas, también con la corsaria. Después de 32 años administrando carnets de buen catalán, el partido de Pujol y Mas está para el desguace. El óxido de la corrupción lo devora. No tardará en lanzarse sobre él un ejército de chatarreros para llevarle los despojos a Oriol Junqueras. Para ERC, el hundimiento de CiU es el último regalo de Artur Mas antes de abandonar, como el cretino capitán Schettino, en medio del desastre. ¿A dónde irán los millones de votantes catalanistas que rechazan la independencia? Ahí es donde cobra interés la figura de Duran Lleida. Ha llegado su hora y está en sus manos ponerse al frente de una nueva formación que recoja a los náufragos del pujolismo, que son los nacionalistas moderados y pragmáticos. Si Duran rehúsa, lo hará otro, pero habrá dejado pasar su mejor oportunidad política desde que Jordi Pujol le recusara como heredero en beneficio de su conseller de Hacienda, por motivos que ahora son obvios. Un personaje como él, que goza de buena imagen en toda España y que posee talento para navegar en la tormenta, es el más adecuado para reconducir el despropósito que ha roto a Cataluña y la enfrenta al resto de los españoles. Quien debería acudir hoy a La Moncloa es Duran Lleida, no Mas-Schettino.