Martín Prieto

La identidad nacional

Si escribes que «España es una unidad de destino en lo universal» sientas cátedra de fascista porque la frase, algo cursi, la tomó prestada el fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera a don José Ortega y Gasset. Hoy no tienen los españoles otra lectura imprescindible que «España invertebrada», colección de artículos de Ortega publicados en «El Sol» hace 94 años y en los que anuncia las mezquinas tribulaciones que ahora desquician a la nación. La identidad nacional se está descuadernando desde hace demasiadas generaciones. Cuando Cánovas del Castillo dictaba a un secretario un preámbulo constitucional en el que «Español es el que no puede ser otra cosa» gastaba algo más que una amarga broma de mal gusto: el desfallecimiento de la nación. José Luis Leal, a la sazón presidente de la patronal bancaria, me citó a desayunar por charlar de asuntos varios, y, conociendo su larga amistad con el Rey Juan Carlos, desde la infancia, le pregunté cuál era la primera preocupación del entonces Monarca : «La pérdida de sentimiento nacional de los españoles». No lo entendí en su día, tomándolo por un exceso regio, pero aquel temor, que ya venía avisado por Ortega se está fraguando ominosamente de la mano de las «soluciones federales». España es agregación, romana, visigoda, musulmana, culminando en la Reconquista, hoy devaluada a guerra civil de banderizas entre reinos y religiones. Federar aquello que se agregó no puede explicarlo ni la cabeza de Pedro Sánchez. Que sólo el 16% de los españoles esté dispuesto a defender su país no es entusiasmante, pero tampoco nos amenaza nadie y el pacifismo es de buen gusto. Lo que hemos de preguntarnos es si también son tan pocos los que acudirían a la defensa de España como nación, aunque sólo fuera intelectualmente. Pareciera que a España sólo la vertebrara una selección de fútbol y lo demás fuera sólo melancólico apego al terruño, a los valores aldeanos. Sin Historia común somos Sudán del Sur.