PSOE

La izquierda en la encrucijada

La Razón
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La izquierda en nuestro país se encuentra en su peor encrucijada en muchos años. Hasta hace unos meses el partido hegemónico era el PSOE, sin apenas verse incomodado por el PC o IU, lo que le permitió gobernar el mayor tiempo en democracia, haciendo del aislamiento de la derecha una estrategia fundamental de su política, utilizando para ello la permanente referencia al franquismo y a la Guerra Civil como predecesores de aquélla, y prefiriendo el apoyo de los nacionalistas al del PC o de IU, con los que tan sólo contó para hacerse con el poder en los Ayuntamientos y CC AA. Una estrategia que ya describieron González y Cebrián hace años en «El País».

La crisis económica y la deriva interna del PSOE propiciaron la aparición de un partido radical de izquierdas que por primera vez le comió una parte importante de su terreno hasta el punto de amenazar con un «sorpasso». El discurso de Podemos a favor de la revolución y del derribo del sistema con la toma de la calle y de las instituciones se basó en las mismas premisas excluyentes de la derecha, y en el entendimiento y los guiños a los nacionalistas, incluso a los etarras, una vez fagocitada IU.

Las crisis y las luchas en la izquierda son siempre por el poder, su único objetivo, pues en los postulados, especialmente en aislar a la derecha para impedir que esté presente en las instituciones y que gobierne, son plenamente coincidentes. Eso provocó la llegada de Sánchez y la radicalización del PSOE, el control del aparato de Podemos por Iglesias, el Gobierno del cambio con separatistas incluidos, el «no es no» de Sánchez, la guerra entre Iglesias y Errejón, la salida de Sánchez de la secretaría general y la división interna del PSOE por la investidura de Rajoy.

Y esas luchas son las que explican que, en una situación como la actual, con el PSOE fuertemente dividido y con amenaza de ruptura de alguna de sus federaciones, Podemos utilice todas sus fuerzas y estrategias para ocupar definitivamente su espacio en lugar de desangrarse en una guerra interna por el poder del partido.

De ahí la dificultad del PSOE de modificar una posición que llevan en su ADN. La aparente rectificación que supone su abstención en la investidura de Rajoy es mera táctica por razones de supervivencia, pues la alternativa de un PP más fuerte o un «sorpasso» de Podemos es peor para ellos. No supone, pues, un cambio de esas convicciones profundas que han traído hasta nuestros días problemas respecto a la unidad de España o la convivencia con la Ley de Memoria Histórica. Se trata de aprovechar el último cartucho ante un Podemos dividido y un futuro Gobierno débil que les permita ganar tiempo para rehacerse y volver a las andadas.

Lamentablemente, puede perderse una vez más la oportunidad de que la izquierda supere para siempre esos planteamientos excluyentes y de confrontación que les impide articular acuerdos estables con la derecha en asuntos de importancia para España, e incluso acuerdos o alianzas de gobierno, y convencer a los ciudadanos de la fuerza y estabilidad que aporta el bipartidismo, y la vacuna que supone frente al surgimiento de movimientos populistas radicales y a la necesidad de buscar apoyos entre aquellos que quieren romper España y nuestra convivencia.

Veremos qué ocurre en los próximos meses cuando eche a andar el Gobierno y la actitud de unos y otros, y si se confirma que la izquierda ha decidido realmente pasar página o no.