Lluís Fernández
La libidinosa burguesía
Tenía razón la izquierda marxista cuando tildaba la revolución sexual de rebelión pequeño burguesa. Era un hecho tan evidente como constatable: en los «paraísos comunistas» estaba prohibida la pornografía y demás manifestaciones libidinosas, y la pin-up que hizo temblar el «establishment» burgués fue una Lolita de 17 años que se desnudaba con un descaro y ausencia de culpabilidad inéditos en la sociedad conservadora: Brigitte Bardot.
Desde comienzo de siglo XX, en las sociedades democráticas, se sucedían las manifestaciones de ese «malestar en la cultura» freudiano, cuya forma más acabada era la represión sexual y la histeria femenina. Su superación fue una revolución paulatina en todos los ámbitos de la vida cotidiana: la moda, la pornografía, la ciencia y el arte con el descubrimiento de que la sexualidad era una parte fundamental del ser humano digna de ser explorada como un continente oscuro e ignorado.
También tenían parte de razón las feministas radicales cuando calificaban de manipulación mercantil y símbolo de opresión patriarcal los desnudos y provocaciones de BB y su explotación como símbolo sexual en los media. Pero su cerrazón ideológica les impedía entender que sólo en las democracias «avanzadas» era posible la liberación sexual y el cambio social. Excepto Simone de Beauvoir, que escribió un opúsculo dedicado a la BB, donde decía que el erotismo de esta ambigua ninfa no era mágico, sino agresivo. «Tiene el tipo de dignidad espontánea; algo de la gravedad de la niñez».
Frente a las mujeres fatales, Bardot fue la primera adolescente capaz de mostrar su deseo sexual de forma desinhibida y directa. El mito sexual de Bardot está enraizado en la insatisfacción de la juventud de posguerra, plenamente integrada ya en la sociedad de consumo. Una adolescencia en ansiosa búsqueda de goce inmediato y diversión que le hicieran olvidar el pasado. Su equiparación con el deseo masculino nació con el descubrimiento de la naturalidad del deseo femenino y el subsiguiente debilitamiento de las convenciones sociales al aceptarse. BB fue la Marianne de la derecha sin complejos.
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