Abel Hernández

La «marcha negra sobre Ceuta y Melilla»

El día 27 de enero de 1978, con la Constitución en el telar, en una tarde lluviosa que impidió la prevista cacería, el rey de Marruecos y el presidente Suárez mantuvieron, en presencia de los Reyes de España, una tensa conversación. En un momento dado Hassán II le advirtió: «Usted sabe de sobra que Ceuta y Melilla no tienen defensa ante un ataque marroquí por sorpresa». Suárez le replicó: «Es posible que ante un ataque por sorpresa sea difícil la defensa, pero quiero que sepa Vuestra Majestad que nuestros Ejércitos procederían inmediatamente a bombardear Rabat y Casablanca. ¿Lo ha tenido usted en cuenta?» «¡Ustedes no harían eso!», le respondió, sorprendido, el monarca alauí. «Eso es lo que está establecido en nuestros planes estratégicos de defensa», le aseguró Adolfo Suárez. Entonces estaba aún muy presente la «marcha verde» sobre el Sáhara dos años y pico antes. Al final se suavizó el tono de la conversación y hubo una especie de compromiso. El rey de Marruecos se comprometió aquella tarde, ante el Rey Juan Carlos y el presidente del Gobierno, a mantener el statu quo de Ceuta y Melilla mientras los ingleses siguieran en Gibraltar. Lo que no consentiría Marruecos, advirtió, es que España tuviera algún día las dos llaves del Estrecho.

Han pasado treinta y seis años de aquel compromiso y han cambiado mucho las cosas. Un sindicato, la UFP (Unión Federal de Policía), ha dicho en un comunicado que Ceuta y Melilla «están siendo invadidas literalmente». El ministro del Interior, Jorge Fernández, que ayer estuvo en Ceuta y hoy visita Melilla, recorriendo la más vulnerable frontera de España, habla de oleada migratoria impulsada por las mafias y califica la situación, «de emergencia». No me atrevo a insinuar todavía que la «marcha verde» sobre el Sáhara, que yo seguí allí en vivo y en directo mientras Franco agonizaba, se haya trocado ahora en una «marcha negra» sobre Ceuta y Melilla, también en momentos de crisis y de debilidad institucional. Entonces, bajo las chilabas de los pacíficos ciudadanos cargados en los camiones, iban ocultas las metralletas, y cuando entrevisté a Hassán II en su palacio de Marrackech me sorprendió que los carros de combate se cobijaran bajo los olivos. Era una buena metáfora de lo que estaba pasando. Ahora casi cien mil inmigrantes, según los servicios secretos, están preparados para la invasión en oleadas rompiendo las defensas de estas vulnerables ciudades españolas en la entrada de África, mientras Europa mira para otra parte. Habría que saber si las poderosas mafias que manejan esta «marcha negra» sin demasiadas trabas ni limitaciones, además de interés económico, persiguen o sirven de paso a otros intereses más desestabilizadores.