Joaquín Marco

La misma receta

Este país nos tiene siempre con el alma en vilo. Septiembre ha adquirido colores catalanes, porque llevamos semanas sepultados entre noticias de manifestaciones, que acentúan señas de identidad, y escándalos protagonizados por quien fuera la representación de las esencias de la catalanidad y firme apoyo de los gobiernos minoritarios de la nación. No ha querido ser menos noticiable Ana Botella al anunciar su renuncia a presentarse como alcaldesa de Madrid, dejando expedito un alud de rumores. Y el repentino fallecimiento del banquero Emilio Botín nos deja sin una imprescindible referencia. Pero cuando no somos nosotros los que propiciamos las noticias, siempre se produce alguna manifestación externa que nos afecta. Los organismos internacionales ofrecen siempre la misma receta para las enfermedades de nuestra economía. No importa el tiempo transcurrido ni las circunstancias. Como los malos médicos ofrecen siempre el mismo tratamiento, aunque la enfermedad haya remitido o se presenten otros síntomas. La OCDE, por ejemplo, no pudo sino constatar la positiva senda del crecimiento macroeconómico español admitiendo que en 2014 el aumento del PIB será del 1,2% y para el próximo año anuncia un 1,6%, aunque – siempre existe un aunque o un pero– podría verse afectado por las dificultades de una Europa que no acaba de encontrar su fórmula de recuperación. Es la política económica la que permite sacar pecho a Rajoy y en ella deposita la esperanza de recuperar los votos perdidos en los ásperos caminos de los ajustes. En la presentación del informe Ángel Gurría, secretario general de la organización, acompañado por Luis de Guindos, proclamaba que «la situación es mucho mejor que hace dos años; estamos en un buen punto de partida». La observación no deja de tener su retranca, porque supone que resta todavía mucho camino que andar. Y ello no puede producir sino cierta inquietud al españolito de a pie que observa que ya han sido muchos los sacrificios que se le han demandado. Pero estas organizaciones, en la propuesta de sus medidas, resultan incluso contradictorias.

No hay que alarmarse, pese a que las indicaciones nunca llegan a caer en saco roto. Pero el Gobierno anunció que no se llevarían a término, en los próximos presupuestos, correcciones que ahora la OCDE y antes otros organismos ya habían aconsejado. Por ejemplo subir el IVA de algunos productos que ahora son bonificados con el reducido. Cualquier incremento en este sentido no haría sino disminuir el consumo ya escaso, pese a los ligeros apuntes al alza del último trimestre. Acometer seriamente los graves problemas estructurales de nuestra economía requiere medidas que van mucho más allá de la coyuntura. Nuestra economía se asienta en la pequeña empresa, incapaz de crear por sí misma un crecimiento asentado en la innovación. Y las pocas empresas que poseen tamaño suficiente carecen de los estímulos para aplicar el I+D+i que tanto se nos recomienda. El peso de nuestro desarrollo económico, además del turismo y los servicios, residía en la construcción. Una buena parte de los millones de parados que constituyen tan pesado lastre para el desarrollo procede de aquel ámbito, donde la formación era escasa. Poder sustituir la construcción por otra actividad competitiva en el mercado mundial requiere tiempo y recursos de todo orden. De ahí que el informe aconseje mantener el gasto en educación y sanidad. Pero es la misma atomización empresarial la que produce un escaso crecimiento en la competitividad. ¿Cómo hacer crecer las empresas en tiempos difíciles?¿Cómo conseguir que quienes se encuentren en paro logren adecuarse a una economía que ya comienza a crear empleo, aunque de muy baja calidad? Las prestaciones de los desempleados deberían inclinarlos hacia la búsqueda de ocupación. Pero ésta todavía no existe. Ángel Gurría estima que ya no resta margen para seguir bajando los salarios salvo incrementando la productividad. Pero, como hemos apuntado antes, la estructura empresarial no facilita las cosas. Ni mucho menos los bancos. El informe recomienda la limitación en el reparto de sus dividendos más allá del plazo establecido para 2014. Pero el Banco de España había ya limitado para todos los bancos el reparto de beneficios tan sólo del 25% de los consolidados.

Algunas de las recomendaciones que habrían de repercutir en la creación de empleo, como ciertas rebajas en las cotizaciones, han sido adoptadas, a su manera, por el Gobierno. Pero sigue pareciendo alarmante el número de parados. No es que el informe de la OCDE analice a fondo los problemas sociales que estamos atravesando. Por el contrario propone, cuando se ha producido un tímido repunte en los precios de las viviendas de primera y segunda mano en unas pocas ciudades, eliminar la deducción por vivienda y subir el IBI, lo que supondría otro mazazo a la economía doméstica. El informe hace un repaso de algunas de las dificultades que encuentran los emprendedores para crear empresas y operar con ellas, lo que se ha repetido con frecuencia en anteriores ocasiones. De los 29 países que conforman la OCDE tan sólo Israel pone más dificultades que España para constituir una empresa. Recomienda, además, que las SICAV (Sociedades de inversión de capital variable) que, entre nosotros tienen una imposición del 1%, no se transformen en un refugio para evadir impuestos. Es éste un problema que, pese a haber sido denunciado reiteradamente, parece de difícil solución. Pero la OCDE se muestra, pese a todo, menos preocupada por la evasión impositiva que por el problema de la deuda pública y también la privada. Nos recomienda seguir intentando su reducción, porque con ello se facilitará el crecimiento de las empresas. Pero éste es un objetivo muy difícil a menos que nuestra economía emprendiera un rally en su crecimiento. Observando los países de nuestro entorno y sus perspectivas todo hace suponer que no han de faltar dificultades. España no posee la entidad ni el poder económico suficiente para tirar del carro de una problemática Europa, empeñada en no modificar las recetas que producen tan escasos beneficios. Estamos en lo mismo, aunque alertados, de sobresalto en sobresalto, por unas u otras razones.