José María Marco

La nación, la crisis y la evasión fiscal

La visita de Mariano Rajoy y de Cristóbal Montoro a Andorra tiene una dimensión política muy propia de nuestro tiempo. Los estados europeos tienen problemas para financiarse y buscan cerrar cualquier resquicio por donde hasta hace poco tiempo se podía ir el dinero. Aparte de eso, la visita tiene otra dimensión, mucho más sabrosa, relacionada con el fraude fiscal realizado durante décadas por Jordi Pujol, tal y como confesó él mismo en una rueda de prensa memorable.

Resulta muy significativo, en este sentido, que el establecimiento de un acuerdo para evitar la doble imposición y obstaculizar la evasión fiscal con destino a Andorra haya traído el desplazamiento del presidente del Gobierno. Ni que decir tiene que el Principado es una entidad política respetable, y que la relación de vecindad con España aconseja una comunicación fluida. El caso es que lo que está en juego es, seguramente, algo más que la sola cuestión de la evasión fiscal e incluso que el «caso Pujol». La dimensión del asunto es la naturaleza del proyecto de nación nacionalista catalana.

Desde finales del siglo XIX se ha construido, legítimamente, sin duda, un gran relato acerca de la nación catalana. Hoy en día lo creen un tercio de los catalanes. Este relato ha tenido una repercusión gigantesca, a veces determinante, en la vida española: la vida política, la vida social, cultural, incluso en la forma en la que los españoles se ven a sí mismos. Pues bien, resulta que el «caso Pujol» ha puesto negro sobre blanco lo que mucha gente sospechaba ya desde hacía tiempo. Y es que el proyecto de nación que las élites nacionalistas catalanas tenían en la cabeza era algo parecido a un paraíso fiscal. Esto no significa que la cultura, la lengua, la sociedad y las formas de ser y de vivir de los catalanes sean menos respetables e importantes que antes. Lo que quiere decir es que todo eso iba subordinado a hacer de Cataluña, una vez emancipada de España, una nueva Andorra. La crisis, que propició la idea de que había llegado la ocasión de separarse de una España en quiebra, habrá tenido un efecto no previsto. Ha llevado a los estados nacionales como el español, pero también a las instituciones de la Unión Europea, a mirar con lupa este tipo de movimientos. Y entonces hemos caído en la cuenta de que la soberanía nacional de Cataluña, tan heroica, tan hermosa, tan épica, consistía en eso. Pues bien, «eso» está descartado.