Ramón Sarmiento
La RAE, razón de una gesta
La Real Academia es una realidad cultural ya tricentenaria (1713-2013). Asombra que nuestra dificultad congénita para afrontar tareas colectivas o llevar adelante empresas heredadas se vea con ello refutada. No hallamos en nuestra historia cultural otra gesta comparable que haya aunado voluntades de personalidades tan diversas en torno al proyecto multisecular de fijar, cuidar e ilustrar la lengua sin variar el rumbo hacia nuevos nortes apuntados por la ocurrencia que se cree superior o más cierta. Proeza fue que un puñado de hombres ilustrados, como señaló Fernando Lázaro, fuera capaz de elaborar un «Diccionario de Autoridades» en seis tomos en apenas veintiséis años (1713-1739).
Milagro fue también que los académicos lograran fijar desde 1741 hasta 1815 la ortografía de que dispone el mundo hispánico, tarea que hoy resultaría casi imposible. Y más hazaña fue que la primera gramática de la RAE (1771), de enseñanza obligatoria en todo el Reino por orden de Carlos III, culminara en «La nueva gramática» de 2009 con un texto consensuado por todas las Academias de la Lengua bajo la coordinación y ponencia de Ignacio Bosque. En suma, «Autoridades» representa un hito importante en la historia de nuestra ortografía: fijó la hasta entonces caótica escritura en uso e inauguró la lexicografía académica con más de 37.000 entradas léxicas que en la versión actual del diccionario suman ya 88.431. Por ello, es de justicia recordar las palabras con que se inicia la dedicatoria al Rey en el texto de 1771: «Todas las naciones deben estimar su lengua nativa, pero mucho más aquellas que abrazando gran número de individuos gozan de una lengua común que los une en amistad y en interés».
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