Lucas Haurie

La vanguardia proletaria

La Razón
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Para conmemorar sus cien días en la alcaldía de Cádiz, Kichi organizó una de esas pantomimas que tanto gustan a esta neo-izquierda adolescente: sacó a la plaza del Palillero el atril de oradores del consistorio, en remedo de las tenidas universitarias, cénit intelectual de su ejecutoria. El sistema asambleario, como el goyesco sueño de la razón, produce monstruos y ahí que apareció el denominado «Cumbres», un porejito que vivaquea entre el alcoholismo y la oligofrenia, para cagarse en los muertos de la Policía y de la Guardia Civil entre los vítores de una concurrencia encantada por la aparición de un freak del que mofarse. He aquí la nueva política. Pero el orador, que quedaría eximido de toda responsabilidad en un hipotético juicio porque no hay más que verlo para darse cuenta de que no sabe lo que dice, no tiene ninguna culpa. Al contrario, es una víctima de la indigencia moral del alcalde, que escoltó su infame perorata a medio metro de distancia y sin ocultar su feliz conformidad. Con idéntica expresión, sonrisita cobarde de estupidez satisfecha, a la de Artur Mas junto a Felipe VI mientras un estadio entero abucheaba al himno nacional. Nadie en el ayuntamiento gaditano se ha referido al asunto excepto la concejala Eva Tubío (que representa a la marca blanca de IU coaligada con la marca blanca de Podemos), encantada con el numerito porque el orador «representa a una parte de nuestros vecinos, sobre todo entre su quinta, que conjuga la gracia, el análisis, el ingenio y la zafiedad con grandes dosis de tinto». Edificante concepto de sus conciudadanos tiene la doña, que para mayor escarnio es edil de ¡cultura! Así respeta la autoridad a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.