Cristina López Schlichting
La ventanilla
Hay quien dice que Mariano Rajoy favorece a los «suyos», a sus colegas registradores y notarios, que tienen la caja muy magra con el fin del negocio inmobiliario, pero creo que el criterio del Gobierno es eminentemente práctico. No tiene sentido que la gente espere meses para casarse en un pueblo o registro sólo porque el juez o el alcalde estén agobiados. Por otro lado, se excluyen de la medida los divorcios complejos y aquellos que afecten a los niños. Lo que no sería deseable es que España se convirtiese en Las Vegas, que es sinónimo de matrimonio chorra. Porque la suma del divorcio exprés con las nuevas ventanillas notariales a tutiplén tal vez nos lleve a pensar que una boda es una nimiedad. Si es más difícil y serio firmar una hipoteca que un casorio, es fácil que trivialicemos. La tradición y la Iglesia siempre han reconocido la dignidad del matrimonio civil. Ignoro qué se puede hacer para apuntalarlo –seguramente la educación en valores es importante–, pero también lo es el peso institucional y legal que se le otorga. En nuestra sociedad se rompe una de cada dos parejas. Estamos sufriendo todos mucho y los niños arrastran el peso de las decisiones de los adultos. Ser más conscientes de la responsabilidad que entrañan una boda o un divorcio puede ayudarnos a tomar decisiones de forma adecuada. Si ya es difícil acertar con la pareja o desarrollar una convivencia razonable, sería casi imposible el éxito en una boda o la mesura en el divorcio si añadimos precipitación al proceso y lo reducimos a un trámite fugaz. Ya me estoy imaginando cogiendo la vez en una cola: «Perdone, ¿quién es el último para divorcios?».
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