Enrique Miguel Rodríguez

Las hojas caídas de los viernes

Este día que suele llenarse de pereza, que, ya se sabe, es la madre de la pobreza. Escribes la página con los restos informativos. Primer y más serio asunto, el equipo médico que atiende al Rey ha pecado de imprudencia, al menos mediáticamente. Si el martes no hubiesen dado como segura la salida del Monarca, se habrían evitados rumores y alarmismos, seguramente injustificados, pero que no pararán hasta que se vea a Don Juan Carlos saliendo con buen aspecto de la clínica.

Le he preguntado a mi amiga Alfonsina, que se hallaba junto al mar, si le sonaba de algo un tal señor Baumgartner. Me respondió que le sonaba a marca de taladradora. No le falta razón. Pero lo cierto es que tan complicado nombre corresponde al buen hombre que hace un mes fue la imagen más vista en el mundo. Recuerden, el que saltó desde la estratosfera. Esta heroicidad le ha servido para que el director Bigas Lunas lo tome como referencia a la hora de realizar el anuncio del cava Freixenet, que este año será más dorado que nunca, ya saben, por aquello de la crisis. Ahí no terminan las penas de tan arriesgado señor. Han sido ofrecido a distintos medios exclusivas por 100.000 euros y no han interesado a nadie. Como está el mundo, tírate del mismísimo cielo, con el mundo por testigo, para al mes interesar y cotizarte menos que Belén Esteban en su reaparición.

En la parte más frívola, habrá que analizar esa noticia que afirma Demi Moore, antaño gran estrella: a medida que pasa el tiempo le gustan los hombres más jóvenes. Su actual pareja, de cuyo nombre no quiero acordarme, tiene 26 años. Hasta ahí todo perfecto, a quién no le gusta un bombón acabado de hacer. El mosqueo viene porque el joven y etéreo muchacho, a su corta edad, ya ha tenido varias novias famosas. Les podría pasar que se encontraran en una fiesta Demi y Elle Macpherson y al presentarle la Moore al efebo como su novio, Elle le contestara «lo conozco perfectamente, fue mi novio todo el verano».

No hay que engañarse, estos amantes por temporadas, por muy lujosos que sean, siempre han sido conocidos por el nombre de «chulazos».