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Las malas decisiones

La Razón
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De un partido a otro el fútbol cambia de estación y de la floración cruza a la poda, y viceversa, en menos que Messi marca un gol. Por eso las decisiones técnicas que presagian patochada, sobre el terreno despuntan geniales, y viceversa. Y el partido que hasta el minuto 85 dejaba en evidencia al entrenador eliminado y mantenía en la atalaya del héroe al clasificado, por muy discutibles que fueran las decisiones de uno y otro, con cinco minutos más y el tiempo añadido el Sahara tornó en vergel, todo él, nada de oasis, el reino del jeque dejó de producir dátiles, de las ubres de las nubes ya no llovieron cántaros de leche y la jaima desapareció en medio de la tormenta de arena. Los errores de Emery calcinaron su currículo, los de Luis Enrique se volatilizaron mecidos por la ola triunfal y los del árbitro terminaron en la nevera envueltos en hojas secas. Menos de cinco minutos separaron al PSG de la gloria, de los reconocimientos que ocultan las equivocaciones, y al Barça de un cataclismo que empezó en París, y en Barcelona, por obra y gracia de Sergi Roberto, concluyó con gritos de júbilo y sonido de fanfarrias.

El destino jugó sus cartas, como hace un año en San Siro, cuando Sergio Ramos empezó la conquista de la Undécima en fuera de juego y Griezmann regaló un penalti al larguero. A veces no hay camino de retorno y en ocasiones la rectificación no es sino contumacia en el yerro. Fernando Alonso salió de Renault para crecer y cada paso que ha dado adelante han sido dos atrás. De mal en peor hasta diluirse entre los vapores aceitosos de Honda. Si las decisiones son reiteradamente malas, el azar no reparte los naipes.