Marta Robles

Las mismas demandas

Diana es una mujer como tantas. De las de su tiempo. De las que piensan que les corresponde hacer el pastel por más que quienes se lo vayan a comer, casi todo, sean los demás. Lo tiene asumido. Es una superwoman del siglo XXI. Una de esas féminas que trabajan en casa, fuera de casa y donde se tercie y encuentra mil motivos para darle gracias a la vida. ¿Acaso no la ayuda su marido? ¿Acaso no la reconocen en el trabajo? Pues sí, su marido la ayuda, claro. Pero más bien cuando le da la gana... porque la responsabilidad es suya. Y lo de conciliar también. Por eso es ella quien, cuando está en el trabajo, se siente culpable por no estar con sus hijos y, cuando está con sus hijos, se siente culpable por no estar en el trabajo. Y eso bien que lo aprovechan en la oficina. Porque allí también la valoran..., pero siempre la recriminan que no pueda quedarse a la partida de mus. O que no esté disponible para todos los viajes. Y entre eso y aquello, justifican pagarla menos. «Tienes que entender que los chicos están para todo, incluido socializar», le dicen. Y ella acepta el sueldo inferior, qué remedio, aunque sabe que todo ese tiempo de más que la exigen nada tiene que ver con el trabajo. Suele decir que la verdadera revolución llegará cuando permitan a las mujeres regular los horarios. Y tiene mucha razón. Pero mientras llega, sabe que esto es lo que le toca. Esto y la compra y depilarse y no engordar y no quejarse... Y celebrar el día de la mujer trabajadora, año tras año, repitiendo las mismas reivindicaciones...