José María Marco
Las sorpresas del 2015
Si el año 2014 fue un año entretenido, el 2015 lo va a ser mucho más. En particular por la cantidad de elecciones que nos esperan. Empiezan el 25 de enero en Grecia, recorren toda Europa y vuelven a finales de año a nuestro país. En el gran circo que se inaugura dentro de pocas semanas hay en juego varias cosas. En política, dos por lo sustancial: el poder de convocatoria de los populismos de cualquier signo político y la capacidad de respuesta e integración de los partidos tradicionales.
Ante la posible victoria de los comunistas antisistema griegos –colegas de nuestros amigos de Podemos– mucha gente piensa que Syriza, de llegar al poder, tendrá que suavizar sus intenciones y aceptar las duras leyes de la realidad. Otros, en cambio, esperan que Syriza cumpla su programa para que así el desastre inevitable sirva de escarmiento.
Una línea más seria consistiría en poner en marcha políticas que vayan más allá de la austeridad, fomenten el crecimiento y ofrezcan a los ciudadanos de la zona euro un motivo para pensar que el futuro no pasa por la demagogia. Buena parte de los países europeos están saliendo de la crisis, pero a un ritmo tan escuálido que no creará riqueza. En 2015, el BCE prevé una media de crecimiento del 1% para la zona, algo más que en el 2014.
No hay por qué resignarse a esta realidad. Sin necesidad de proceder a reformar en profundidad el Estado de bienestar –un asunto políticamente explosivo– sí que se pueden llevar a cabo políticas que hagan posible un mayor crecimiento. Se puede flexibilizar, se puede desregular, se pueden seguir abriendo posibilidades para la contratación, se pueden imaginar nuevas formas de colaboración entre lo público y lo privado. Es cierto que cualquier paso puede desencadenar reacciones imprevisibles, pero ya sabemos lo que nos espera si no se hace nada. El «estancamiento razonable» provocará más frustración, más oleadas populistas y de mayor radicalismo.
El Gobierno español es uno de los más reformistas de toda la Unión. No parece dispuesto a contentarse con ninguna forma de estancamiento, ni siquiera con las razonables. Hay que dar facilidades a los jóvenes, atraer la inversión y a los mejores cerebros, hay que promover la innovación... La posición de España en el mundo, su cultura, el dinamismo de su gente hacen de nuestro país uno de los privilegiados. Desde esta perspectiva, 2015 podría ser el año de las grandes oportunidades. Y el de las sorpresas.
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