Martín Prieto

Libres expresionistas

Eso de las sentencias judiciales ni se comentan ni se critican es una pamema para voceros oficiales. Se acatan porque a la fuerza ahorcan pero es excesivo que tengamos que sonreír desde el patíbulo. Que un juez dictamine que el acoso personal a los políticos electos tiene algo que ver con la libertad de expresión se merece que escrachen «pacíficamente» el domicilio del magistrado por ver si con esa prueba pericial muda de criterio y acaba de entender que el undécimo mandamiento de la ley de Dios es no molestar. En un efecto mariposa los salesianos donde estuve internado me obligaron a pelar y cortar las frutas con cuchillos y tenedor en un magisterio de costumbres donde lo importante no era dominar las artes cisorias de la cubertería sino salvaguardar el pudor estético del resto de los comensales. Formalismos, como masticar con los labios prietos o levantarse cuando llega una señora. Como escribía Sir Thomas de Quincey:«...empiezas cometiendo un asesinato y acabas eructando en la mesa». También era libertad de expresión la de los japoneses que en el metro de Tokyo sobaban las nalgas de sus connacionales hasta que tuvieron que arbitrar vagones sólo para mujeres. Darles una bárbara encerrada nocturna a la novia de antaño desflorada es costumbre perdida pero reclamada por la libertad de expresión. Perseguirte por la calle y acosarte llamándote ladrón, aunque seas el de Asís, es buena costumbre no reprendible; es elegancia de acera. Jacinto Benavente se cruzó con un hobachón que le espetó: «Yo no le cedo el paso a un maricón». «Pues yo sí, yo sí», contestó el Nobel, bajando a la calzada. Quién no molestaba era el pobre don Jacinto mientras el homófobo se expresaba libremente. Nadie ha elegido a Ada Colau como representante del acoso domiciliario pero amenaza con seguir molestando a los cristianos, ahora bajo amparo judicial. Si no aprendes a pelar una naranja sin tocarla acabas ventoseándote en un banquete y alegas libertad de expresión. La legítima protesta también tiene sus formalidades.