Alfonso Merlos

Los despistados

De ocurrencia en ocurrencia. De error en error. De disparate en disparate. Y dentro de una coherencia, eso sí, aplastante. La que mantienen los que nunca están a lo que hay que estar. Lo que le faltaba a este país es que una fuerza con un potencial creciente –y que está aglutinando el descontento antisistema– proclame que ni el Rey de España ni el Ejército van a funcionar como cortapisa o freno para la segregación de Cataluña.

Es el dislate, la provocación, las ganas de dar guerra en un momento en el que se necesita concordia, la voluntad de enredar cuando lo que se echan en falta son ideas claras, la estrategia de calentar el horno cuando lo que se demanda es mantener la cabeza fría. Por si no tuviésemos bastante con las desmesuras de CiU y la Esquerra, aparecen los más aventajados alumnos de Cayo Lara pontificando sobre la atractiva idea de pulverizar la unidad de España (¡casi ná!).

Y sin embargo, es quizá más grave la aventura en la que están embarcados los no menos desnortados socialistas catalanes. Como en este país no hay preocupaciones acuciantes y materiales, proponen una reforma constitucional que lleve a disolver las Cámaras, abocar a la nación entera a un proceso electoral y abrir a continuación las urnas para un referéndum (¡qué descanso! ¡eso es don de la oportunidad).

Parece mentira que, ante una masa de ciudadanos agobiados y hasta desbordados por la crisis, no dejen de saltar a la palestra políticos despistados: sujetos extraviados, distraídos, burócratas que dan positivo en los controles de sectarismo y no tienen ni puñetera idea de lo que pasa a su alrededor.