Julián Cabrera
Los ERE, moros... y egipcios
Se cumple una semana desde que Javier Guerrero saliera de prisión sin fianza, según criterio de la jueza Alaya, instructora del «caso de los ERE», por ausencia de riesgo de fuga. Una semana desde que el ex director general de Trabajo de la Junta andaluza cumpliera con su manifestado deseo de tomarse un buen gin-tonic recuperada la libertad.
Guerrero se ha convertido en auténtico epicentro de una trama que, más allá de su gravedad, arroja episodios y personajes de auténtico sainete. Los viajes de lujo, comidas pantagruélicas y otros gastos desenfrenados con dinero desviado irregularmente de las arcas públicas habrían abonado –y de qué manera– la imaginación de los hermanos Álvarez Quintero, aunque el escándalo que nos ocupa tenga difícil adaptación al chisporroteante lenguaje del género chico.
Ex dirigentes sindicalistas con manifiestas querencias por el lujo, artistas del pelotazo disfrazados de empresarios, chóferes-asesores del vicio despendolado y hasta algún sin techo que pasaba por ahí conforman el elenco de personajes en una comedia del rubor ajeno representada en una comunidad como la andaluza, que es casi campeona del paro en España.
¿Quién dijo que no servía para nada aquello de la Alianza de Civilizaciones? Los cargos de la Junta implicados en los ERE demostraron una manifiesta sensibilidad «multiétnica»: además de su predilección por la «postura del egipcio», se prodigaban en cruceros por el Nilo, quemaban las noches de Shanghái y se bebían en las islas griegas hasta el agua de los floreros, pero sobre todo demostraban tener pero que muy en cuenta a la minoría magrebí, nombrando a un indigente norteafricano testaferro... Con razón el bueno de Guerrero, confeso amante del gin-tonic, se encontraba el día de su puesta en libertad con la inauguración en Sevilla de la feria «Ginebralia». ¿Qué mejor regalo a tanta sensibilidad multirracial?
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