Julián Redondo

Los miserables del siglo XXI

Inmediatamente después del anuncio del positivo de Roberto Heras, en septiembre de 2005, el patrón del Liberty reunió al equipo y anunció que abandonaba, asqueado. Manuel Piñera, ligado al ciclismo desde las legendarias etapas de la Vuelta que terminaban en las destilerías DYC, cuando pudo disponer de una escuadra ambiciosa y poderosa, descubrió las cloacas del deporte que admiraba. Antes de irse, en aquella reunión se desahogó. Se sintió traicionado y cantó las cuarenta al director del equipo, Manolo Saiz, al ciclista pillado en renuncio y al masajista colaborador. Como le constaba que su amigo Pablo Antón no estaba al corriente de las añagazas, le sugirió que se fuera con él. Antón permaneció en el puesto de mando porque si él desaparecía, las horas del grupo estaban contadas y medio centenar de familias en la calle... Hoy, más de un lustro después, Pablo aún espera que el Astaná o el Gobierno de Kazajistán, que para el caso es lo mismo, le devuelvan los millones que le birlaron. Más suerte ha tenido Heras: el TSJ de Castilla y León le anuló en 2011 la sanción que el 7 de febrero de 2006 le impusieron por dopaje. El pasado 21 de diciembre, el Tribunal Supremo también falló en su favor y confirmó la anulación de la pena por diversas irregularidades detectadas al analizar las muestras... Atención, pregunta: ¿por qué renunció Piñera a su pasión? Hay cosas que nunca cambian, ni en el ciclismo ni en la... ¿Justicia? Víctor Hugo hubiese tenido materia para escribir de otros miserables, los que anidan en el siglo XXI.