Ángela Vallvey

Los ricos

Depardieu se larga («mon Dieu», ¡Depardieu!). Hollande ha querido apretarles tanto las tuercas a los ricos, que se ha trasroscado. Lo dicen sabiamente los ingleses: si te vas demasiado al Este, cuando te das cuenta ya estás en el Oeste. El apetito socialista vive su sueño inmortal en el corazón de Francia. Y de toda Europa. De la Europa de la Revolución Francesa. La de los nacionalismos enfebrecidos que llegaron a cubrirla de vergüenza ante la historia. Es un impulso europeo ancestral el que sigue cortando las cabezas de los ricos, el que no se cansa de guillotinarlos en vez de favorecer que haya muchos millonarios, cuantos más, mejor. Pero, ahora, los ricos tienen la cabeza en sus cuentas corrientes (nada corrientes), por eso el presidente francés quiere meterles a esos capullos que ganan más de un millón de euros al año un impuestazo del 75% de su renta anual. Decapitarlos como merecen. Porque, sí: los ricos apestan. No los pobres que se han hecho ricos después de ganar la lotería. Esos no. Esos nos caen bien porque podríamos ser nosotros mismos, «sans culottes» con lencería prestada. Los que dan repeluzno son esos ricos que se han hecho ricos trabajando, como Depardieu, que lleva pagados 145 millones al fisco francés. Repugnante y reprobable, por supuesto. Podía repartir, el tío ansioso. Repartir todavía más, que 145 millones saben a poco. Por eso Hollande ha querido sacarle la sangre bancaria a Depardieu, al gusto francés. Y él se ha largado a Rusia.

Lo más asombroso es que esa avidez fiscal confiscatoria, tan de moda en nuestra arruinada Europa socialista, va a conseguir que Rusia, con un impuesto de la renta del 13%, parezca en comparación un paraíso de la libertad. De la libertad fiscal, y de la otra («Mon Dieu»).