Alfonso Ussía
Malos e idiotas
En la política es preferible ser inteligente y malo, que malo y completamente idiota. Ejemplos sobran. Abel Caballero, alcalde socialista de Vigo que no es ni malo ni idiota, ha tenido la valentía de señalar como tales a sus compañeros socialistas que se oponen en los ayuntamientos a rendir homenajes en recuerdo de Miguel Ángel Blanco. Ha calificado su actitud de detestable. Cada día que pasa, los malos idiotas crecen y se expanden como amapolas en el mes de mayo. Y en Cataluña se exhiben con entusiasmo. Los antisistema de la CUP, los que pidieron que fuera demolido el monumento a Colón, quieren ahora convertir la catedral de Barcelona en un economato y escuela de música. Sus argumentos apabullan. Desuso espiritual y religioso. «Contribución implícita y explícita a la gentrificación y masificación turística y sobresaturación del espacio» (Sic). Y al final, el motivo fundamental para defender la expropiación. «Edificio propiedad de una institución que ha estado al servicio de monarquías y burguesías». De 41 concejales que tiene el Ayuntamiento de Barcelona, tres son de la CUP. Respecto al desuso espiritual y religioso los datos y las cifras no coinciden con el estúpido argumento. La catedral de Barcelona, con sus 36 misas por semana, es la que tiene más culto en Europa. Más de un millón de personas acuden cada año a sus oficios religiosos. Y cuando no hay culto, es uno de los monumentos más visitados por los turistas. Respecto a la contribución implícita y explícita de la gentificación y masificación turística, lo cierto es que necesito un profesor de la CUP para que me lo explique. Y si no lo hallo, que me lo explique su tía Montse. Al final, cae el disfraz. Pertenece a una institución –La Iglesia Católica–, que ha estado al servicio de monarquías y burguesías. Por ahí va el odio.
Lo que no entiendo es lo del economato. Además de malos e idiotas, tienen muy poco gusto estos horteras surgidos en su mayoría del charneguismo acomplejado. Para mí que se reúnen, encienden unos porros, y cuando alcanzan la colocación precisa, rebuznan durante diez minutos y posteriormente redactan sus peticiones. Ellos no quieren la masificación de feligreses en la catedral, pero nada les molesta la masificación de clientes del economato. No hay que tomarse en serio a estos retorcidos necios, siempre amparados desde su cobardía en la mansa resignación de los católicos. El alcalde de Podemos de Zaragoza también quiere expropiar una iglesia. Están obsesionados. Pero no reparan en las mezquitas.
La catedral de Barcelona es una joya arquitectónica de la Ciudad Vieja, y cumple con rigor y hasta exceso, con sus fundamentos religiosos. Por Barcelona han surgido centenares de mezquitas, nuevas costrucciones sin otro interés que el acierto o desacierto de sus constructores en la exacta orientación hacia La Meca. Un economato en la catedral de Barcelona quedaría ridículo. Muchas estanterías para latas de conservas y rollos de papel higiénico habría que montar en su grandioso interior. Los de la CUP no han calculado bien. Una mezquita de construcción reciente se adaptaría infinitamente mejor a su nueva misión de supermercado, siempre que se prohibiera la venta de productos porcinos o derivados del cerdo. Pero no se atreven. Los de la CUP son muy valientes cuando saben que la respuesta a sus idioteces y ocurrencias no van más allá de la educada resignación. Con los musulmanes la cosa encierra más peligro. Se enfadan y le cortan el pelo a Anna Gabriel en menos de un minuto. El pelo y el cuello, que es lo más desagradable. Lo del pelo lo agradeceríamos todos, sinceramente, siempre que le dejaran el cuello en su sitio. Sucede que estas majaderías de la CUP sirven para que, quien tiene que escribir todos los días, encuentre el motivo para ello sin esfuerzo alguno. En ese sentido, los malvados e imbéciles de la política resultan muy provechosos.
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