Alfonso Ussía

Malos vientos

Un genial dibujo de Toño Fraguas, «Forges». Dos vaqueros al amparo de una gran roca se defienden del ataque de un grupo de indios. Los dos tienen sus enormes narices atravesadas por toda suerte de flechas. Uno le dice al otro: «Son comanches»; el otro le corrige: «Son sioux»; y el primero, comenta aliviado: «Pues no sabes el peso que me quitas de encima».

El secretario general del PSC, Pere Navarro, ha sido agredido brutalmente en plena calle. Y lo que es peor, por una mujer enfurecida. Un personaje público no puede responder con violencia a una agresión. Y menos si la fuerza salvaje recibida proviene de una mujer. Me figuro al agredido curándose las heridas mientras los Mozos de Escuadra le dan noticias de la bestia: «Es votante de CiU»; «no, –interviene el segundo–, es militante de ERC». Y Pere Navarro, dolorido y ensangrentado que comenta: «Pues no saben ustedes el peso que me quitan de encima». Cuando escribo, ni Mas, ni Junqueras, ni Pilar Rahola se han interesado por la salud del dirigente socialista.

En Madrid, un Tonto con Balcones a la Calle, proclamado memo en público y en privado, mas no por ello menos peligroso, posa en el portal de la casa en la que vive Hermann Tertsch para orientar a quienes no desean la integridad física de Hermann y así facilitarles las cosas. Santiago González le dedica en su «blog» un repaso antológico titulado «El Fin de Raza». Este chico, hijo del difunto Javier Pradera, y nieto y biznieto de notables falangistas fusilados por parte de papá y de mamá, posa en el portal de Tertsch saludando al modo romano que se adueñaron los fascistas. Sólo le ha faltado pintar un símbolo amarillo en el portal para no dar oportunidad a posibles confusiones. El niño ya no tan niño de Javier Pradera es estrellita de Julia Otero en su programa de «Onda Cero» y habitual en otras tertulias de diferentes cadenas de televisión, alguna de ellas sorprendente. Heredero directo del sesgo de su padre, que no de su inteligencia, que la tenía sobrada y brillante el desaparecido editorialista del diario «El País».

Malos vientos. Empiezan las bofetadas y las provocaciones. Se abofetea y se señala. En las calles de Barcelona, la siempre cariñosa, tolerante y amable Barcelona, empiezan a ser frecuentes las, acuñadas por Santiago Amón, «miradas de Rentería». Esas expresiones torvas, disgustadas de los viandantes que se topan con quienes no coinciden con sus ideas. De ahí a la agresión, media una simple ráfaga de mal viento.

No es mala noticia que un político haya sido agredido en la calle. Es noticia desastrosa y muy preocupante. Tan lamentable acción como la de señalar el portal de un gran periodista y columnista no coincidente ni cercano en las ideas.

La violencia anímica que se ha creado en Cataluña con la dichosa consulta seguirá ofreciéndonos malas noticias. El nacionalismo es siempre violento con quienes no comparten sus sueños y utopías. Y el resentimiento también lo es. Más aún, cuando quien se somete al rencor carece de motivos pesarosos en su vida para actuar como un resentido. Este joven hijo de Pradera, de educación pésima, ha sido un niño mimado del sistema. Encajado a la fuerza por la influencia de su padre en emisoras de radio y televisión pertenecientes al decaído grupo de Jesús Polanco –apellido impronunciable en la actualidad en sus altos despachos–, el chico de Pradera ha decidido volar en soledad. Y lo hace con malos vientos, poca gracia, talento ausente y paupérrima categoría humana. Lo peor, el talento ausente, ese vacío que tanto irritaba a su padre, feroz enemigo de los tontos.

Preocupantes malos vientos.