Pilar Ferrer

Maratón de realidades

Dos han sido las grandes frases de la semana: lo peor ha pasado, pronunciada por Mariano Rajoy. Y la gran reforma empieza ahora, anunciada por Soraya Sáenz de Santamaría. La primera, conduce a la otra. El presidente del Gobierno, en una frenética semana sin precedentes, compareció ante lo más nutrido del empresariado, debatió en el Congreso y escenificó su pacto con Alfredo Pérez Rubalcaba. Sólo un jefe de Gobierno con los deberes económicos bien hechos podía atreverse con la Administración Pública. Ese canto de sirena tantas veces invocado, pero que ningún equipo gobernante ha logrado nunca lidiar del todo. Ahora se cumple el lema de que la seguridad aboca, sin titubeos, a la eficacia. El maratón de Rajoy ha tenido dos gestos significativos. Su presencia en la Asamblea de la CEOE, muy relevante. Su discurso de prudente, pero concienzudo optimismo, fue como un bálsamo tras un duro camino de espinas. Y atención, el presidente estuvo escoltado por dos grandes cabezas del poder catalán, Juan Rosell e Isidro Fainé, lo que no pasó desapercibido en medio de los delirios soberanistas de Artur Mas. La foto de Moncloa con el líder del PSOE, previa al inminente Consejo Europeo, va más allá de un encuentro de cortesía. Mariano y Alfredo han tenido siempre muy buena sintonía personal. Tocaba demostrar que la situación exige aparcar divergencias en asuntos de calado relativos a la economía y al papel exterior de España. Presentar la reforma de un Estado al servicio de la sociedad, y no fagocitador de la misma, es una gran apuesta. Naturalmente, no es tarea fácil reestructurar un entramado costosísimo y anclado, pero la política tiene también mucho de coraje. Quienes acusan a Rajoy de indeciso, verán que no es cierto. En pruebas de resistencia, ha demostrado ser un hombre rocoso, con aguante como nadie. Y cuando las cifras pronostican una esperanzada recuperación, el maratón del presidente ya no es sólo de fuerza. Empieza a serlo de realidades.