Alfonso Ussía

Meteorólogos

Al formidable José Antonio Maldonado le escribí un ácido artículo tiempos atrás. Predijo un temporal de agua y viento en Cantabria. Cuando lo hizo, yo me hallaba en el jardín de mi casa, disfrutando de una tarde de sol invernal, clarísima, transparente. Recuerdo a una mariposa amarilla posada sobre las buganvillas supervivientes del verano. A los pocos días tuve que pedir perdón al meteorólogo de Televisión Española. En un segundo, todo cambió. El sol invernal desapareció por arte de magia, y con él la claridad y la transparencia de la tarde. De la mariposa amarilla nunca más se supo. De la mar llegó una racha de viento que superó los 100 kilómetros a la hora. Una racha vestida de nube siniestra y sonora, que arrastraba toda suerte de objetos. Una madura mimosa, casi árbol, se desgajó por completo, y voló hacia la carretera. Me sentí ridículo, y desde aquel día, mi respeto por los «hombres y mujeres del tiempo» se agigantó.

El primer «Hombre del Tiempo» fue el inolvidado Mariano Medina. En el paseo de La Habana se ubicaban los viejos estudios de Televisión Española. Un edificio muy discreto. Luis Sánchez Polack, «Tip», abandonaba un plató donde había grabado un programa y en el estudio adyacente, Mariano Medina, en directo, estaba prediciendo el tiempo del siguiente día. Lo hacía señalando con un puntero un pequeño mapa. La figura de Medina se cortaba de medio cuerpo hacia arriba. «Tip», aprovechando la confusión que toda emisión en directo procura, se acercó a Mariano Medina gateando y le desabrochó los pantalones. Estos cayeron al suelo, desparramándose sobre sus zapatos, y el gran «Hombre del Tiempo» aguantó como pudo, haciendo un alarde de profesionalidad, el espectáculo que ofrecía a los técnicos y cámaras presentes en el plató, del que fue expulsado un «Tip» que lloraba de risa.

Ahora, con los satélites, es muy complicado equivocarse. «A las 17,45 minutos comenzará a caer nieve sobre Cuenca». Y nieva en Cuenca. Interesa mucho el tiempo, y quizá por ello en alguna cadena se le concede un exceso de minutos. Pero en los periódicos se mantiene la costumbre de ofrecer plena seguridad en el pronóstico. Ante mis ojos tengo los mapas del tiempo de tres periódicos del día de hoy. Y los tres coinciden en el acierto. En Cantabria, de soltera provincia de Santander, hay dibujados varios iconos orientativos. Aparece una nube, con un sol surgiendo por la parte inferior derecha, mientras que en la zona inferior derecha, llueve torrencialmente. Así resulta tirado acertar. Si sale el sol, el sol estaba dibujado. Día nublado sin lluvia, y las nubes allí estaban. Lluvia copiosa y ahí se pronosticaba la lluvia. Aquí en La Montaña de Cantabria hasta los más sabios meteorólogos con los satélites a su disposición pueden equivocarse. No le conceden importancia a los Picos de Europa, esa majestuosa mole de roca que separa a Cantabria, Asturias y León, con la provincia de Palencia intentando llegar hasta allí. Muchos días yerran el pronóstico, de ahí que los periódicos hayan decidido mantener su trasero en seco pronosticando todas las posibilidades simultáneamente. De esa manera, no hay forma de errar.

En las barras de los bares y ventas tradicionales, el tiempo es un obligado protagonista de los comentarios y charlas. Que si las témporas, que si el viento sur, que si de Galicia y Asturias llega la lluvia... El mejor meteorólogo que conozco se llama Adolfo Herrera y se le puede encontrar en La Rabia, ese maravilloso rincón comillano, fronterizo con Valdáliga. «¿Qué tiempo hará mañana?», se le pregunta. Y él, después de pensarlo con aparente hondura, responde: «Mañana te lo digo». Como los de los mapas en los periódicos.