Alfonso Ussía
Millones de gracias, mi sol
He despertado intranquilo. Durante el primer café, mi desasosiego ha desaparecido gracias a una contundente frase de Rajoy: «Mientras sea presidente, nadie romperá la unidad de España». Posteriormente, y después de recuperar fuerzas, prosigue: «Lo de Cataluña no es un “referéndum”, ni una consulta ni produce efecto alguno». Y finaliza como siempre, ofreciendo diálogo y reclamando la vuelta de la cordura. Conociendo el carácter y temperamento de Rajoy, mi intranquilidad se ha disuelto como el azúcar en el café. Pero soy muy mío, y he llegado a la conclusión que lo de Cataluña no es un «referéndum», pero sí un reto descarado al resto de España; que lo de la Cataluña no es una consulta, pero decenas de miles de catalanes están consultando en el momento en que escribo. Y que lo de Cataluña sí va a producir efectos. Uno de ellos ya se ha producido. El primer aviso de un divorcio después de más de quinientos años de unión. Me sentiría más tranquilo de haber leído u oído de Rajoy lo siguiente: «Lo que va a suceder en Cataluña es ilegal. Soy el presidente del Gobierno de España, y por ende, el Presidente del Gobierno de Cataluña. Me debo a la ley y a la Constitución. Y por mucho que torticeramente me acusen de abusar de las fuerza del Estado, esa patraña no se va a celebrar». Para eso tiene en sus manos –con mayoría absoluta en el Senado–, el artículo 155 de la Constitución que aprobó en su día el 92% de los catalanes. Para eso tiene en sus manos el recurso de ordenar al Fiscal que actúe contra quienes están violando las leyes. Y en sus manos tiene otros recursos que me permito obviar por razones de cautela. Simultáneamente, el presidente de la Generalidad de Cataluña y principal jefe de la banda delincuente, manifiesta que «cualquier actuación fuera de lugar del Estado sería un ataque a democracia». Me pregunto que significa para el acumulador de delitos perpetrados ese «fuera de lugar». Se le podría responder que cualquier actuación fuera de lugar de la Generalidad de Cataluña es un ataque a la democracia. Poner unas urnas sin censo, sin listas, sin orden ni concierto en las que puede votar desde Pujol a Bob Esponja y desde la Rahola a un finlandés de paso por Barcelona, es en principio, un ataque desalmado a la democracia. Pero la reacción ha sido, como siempre con Rajoy, tardía y blanda. Se reirán de todos. Nos han robado a los españoles, todos sujetos constituyentes, el derecho a votar. Rajoy sabe que Mas, Junqueras, la Generalidad, el Parlamento de Cataluña, la ANC y demás organismos separatistas han delinquido gravemente. Pero no se ha atrevido a enfrentarse a ellos. No ha querido asumir sus obligaciones de gobernante. No ha considerado conveniente defender los derechos de los ciudadanos españoles, incluidos claro está, los derechos de la mayoría de los catalanes. Todo lo ha ido dejando hasta que ha llegado el día de la gran mamarrachada ilegal, de la peligrosa mamarrachada ilegal que puede dejar de ser una mamarrachada. Confundir prudencia con cobardía es como meter en el mismo espacio a quien pasa hambre por adelgazar que al hambriento. Rajoy no ha gestionado el reto del separatismo catalán con prudencia. Lo ha hecho con cobardía.
Así, que de desayuno tranquilo, nada de nada. Menos mal que al final me ha renacido la esperanza. Ha dicho Alicia Sánchez-Camacho textualmente: «Si Mas se equivoca, el Estado y Rajoy garantizan la ley».
¡Qué tranquilidad! Millones de gracias, mi sol, millones...
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