Alfonso Merlos

No así, no ahora

Las prisas no son buenas consejeras. Menos si van precedidas de la amenaza o el chantaje o la presión antidemocrática que nadie bajo el imperio del Estado de Derecho puede ni debe aceptar. Rubalcaba por lo visto sí está dispuesto a dejarse amedrentar, a achantarse, a amoldarse y capitular ante el tabernario lenguaje de los separatistas y sus provocaciones.

Por fortuna y porque así lo decidimos en las urnas, España tiene un presidente del Gobierno más serio. Rajoy no ha dicho ni una palabra de más ni una de menos en relación a una eventual reforma de la Constitución. ¿Por qué ahora? ¿Por qué así? ¿Sobre la base de qué necesidad? ¿Atendiendo a qué clase de demanda o clamor popular? ¿Siguiendo qué ruta? ¿Dirigiéndonos a qué horizonte concreto? ¿Dónde residen los beneficios para 47 millones de compatriotas?

Es obvio desde una posición razonable y racional que no se puede abrir un debate con mayúsculas y del máximo interés general e histórico desde la frivolidad, la improvisación, la irresponsabilidad, la oportunidad. De ninguna manera. Aunque ocupen altos cargos quienes pretendan destapar quién sabe si la caja de los truenos.

Pero no es el momento de hacer exhibiciones masivas e impúdicas de insensatez. O todavía más. No procede tocar las teclas institucionales que sólo pueden terminar generando inestabilidad e incertidumbre, justo lo último que necesita España en su empeño diario por imprimir velocidad a la salida de la crisis.

Señor Rubalcaba, por mucho que las ocurrencias se vistan con ropaje y lenguaje de alto estadista, ocurrencias se quedan. Usted debería entenderlo y aceptarlo. El Gobierno de todos los españoles ya lo ha hecho. Y me temo que la mayoría de la población. ¿O lo duda?