Reyes Monforte

Normalizar

La Razón
La RazónLa Razón

Conocí para mi desgracia –no por él, sino por las circunstancias que me llevaron a él– a un médico oncólogo cuyo principal consejo para el enfermo que empezaba a tratar era: «Tienes que normalizar el drama. Es más, tienes que normalizarte tú. De lo contrario, no conseguiremos nada». Sus palabras estaban en la línea de aquella sensata indicación que hace el director teatral a su primera actriz cuando ve que en determinada parte del texto tiende a la exageración y a que la situación se le vaya de las manos, logrando que el espectador desconecte: «Fulanita, estás un poco sobreactuada, hija».

En estos tiempos tendemos a la sobreactuación como manera de reafirmar nuestros argumentos, de hacernos notar, de aspirar a una originalidad artificial , y pensamos erróneamente que la normalidad está sobrevalorada. Lo pensamos hasta que la perdemos, hasta que la normalidad, que es el mayor estado de gracia al que podemos aspirar las personas, se rompe o la rompen, y nos dejan añorándola y fustigándonos por no haberla sabido apreciar cuando aún la teníamos. Hacemos buena la reflexión del filósofo rumano Lucian Blaga, cuando defendía que «es bastante que, de vez en cuando, un hombre genial muera loco para que por un periodo la normalidad no sea considerada gran cosa». Hace unos días una presentadora de la televisión murciana enferma de cáncer de mama, Marta García González, decidió presentar su informativo con la cabeza rapada a causa de los efectos secundarios de la quimioterapia. Muchos hablaron de ejemplo a seguir, de lección vital, de valentía, de fortaleza, y todos tenían razón. Pero lo que realmente estaba haciendo Marta era normalizando su enfermedad, y lo hacía recuperando su vida normal, su trabajo, el mismo del que tuvo que apartarse seis meses atrás cuando el cáncer rompió su normalidad. «Que esto que hago hoy, no sea noticia ningún día», pidió Marta. Normalizando el drama. Decía el un caricaturista rumano famoso por sus ilustraciones en «The New Yorker» Saul Steinberg que estar de acuerdo con un hombre inteligente restaura la normalidad. Creo que aquel médico al que conocí lo era. Y creo que Marta García también lo es. Así que restauremos la normalidad, normalicemos la vida. De lo contrario, no conseguiremos nada.