Pilar Ferrer

Nuevo despropósito

En el colmo de su deriva soberanista, Artur Mas prosigue con su escalada internacional. Atrapado por el demoledor informe de la Fiscalía Anticorrupción que deja a Convergencia en una absoluta encrucijada por el entramado del Palau, acomete ahora, a través del Diplocat, es decir, el servicio exterior del gobierno catalán, una ofensiva victimista, costeada con un dinero que bien debiera emplear en otros servicios más necesarios. Es la suya una huída hacia adelante, un camino hacia la nada. Hace días, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro del ramo, José Manuel García Margallo, dejaron claro que el servicio exterior de España es uno y rotundo. Otra cosa es que, en virtud del respeto al Estado autonómico, se permita el uso de embajadas territoriales. Absolutamente de acuerdo con una Delegación en Madrid. Pero nadie entiende el gasto de mantener otros «embajadores» para vender el nacionalismo. En sus últimos viajes al extranjero, Mas ha podido comprobar la inutilidad de ir por libre. Cataluña es España, y como tal ha de ser recibida en el mundo. Este nuevo dislate es un claro disfraz sobre la durísima corrupción que atenaza a su partido y la pésima gestión económica de su Gobierno.