José Luis Requero

Objetores en Lampedusa

Tras la tragedia de Lampedusa, su alcaldesa aseguró que hubo pesqueros que no auxiliaron al barco de los inmigrantes «por miedo a ser procesados por favorecimiento de la inmigración clandestina». Como bien saben, el 3 de octubre naufragó frente a las costas de esa pequeña isla un barco con más de quinientos inmigrantes; doscientos se han salvado y se han recuperado 309 cadáveres. Al parecer, cuando se hundían, los inmigrantes provocaron un incendio para llamar la atención de los pesqueros que había en la zona, pero éstos se fueron –añade la alcaldesa– «porque nuestro país ha procesado a pescadores y armadores que han salvado vidas humanas». Sólo unas pocas embarcaciones les auxiliaron.

Como no doy crédito a estas palabras procuro documentarme y, en efecto, la llamada ley Fini-Bossi, la ley de 15 de julio 2009, prevé que la inmigración clandestina sea delito, luego quien auxilia a un inmigrante clandestino colabora con ese delito y delinque. Según la alcaldesa, la lógica de esa ley lleva a que un pescador que se encuentre con embarcaciones de inmigrantes en peligro, tiene que elegir: o pasar de largo y violar así uno de los principios básicos del mar que obliga a ayudar a quien esté en peligro, o bien auxiliarles y arriesgarse a ser castigado, lo que puede suponer desde una multa hasta la incautación de las naves. Doy crédito a que esa ley prevea como delito la colaboración con la inmigración legal, pero no que pueda llegarse a tales extremos.

Todo parece apuntar más bien a una aplicación, a una interpretación demencial de la ley. Una cosa es ayudar o colaborar con las redes de tráfico ilegal de inmigrantes o a inmigrantes concretos, y otra, dejar de ayudar a quien está en peligro de muerte; en el primer caso hay intención de realizar un acto prohibido mientras que en el segundo el ánimo es salvar vidas. El ministro del Interior italiano, Angelino Alfano, parece confirmarlo cuando aseguró que si esos pesqueros no ayudaron es porque no vieron a los náufragos: «No les han visto, si hubiera sido así habrían intervenido. Los italianos tienen un gran corazón, hemos socorrido a 16.000 naufragios».

Será así. Sin embargo las declaraciones de la alcaldesa, el dato objetivo de que hubo barcos que evitaron ayudarles o que tras la tragedia se vaya a reformar la ley parece confirmar que, en efecto, las autoridades italianas siguen esa interpretación injusta, demencial, de la ley Fini-Bossi. Es más, a los pocos días en un telediario se entrevistó al patrón de uno de los pesqueros que ayudaron y lo confirmó todo: él se la ha jugado ayudando, salvando a decenas de inmigrantes, pero sí aseguró que lo volvería a hacer y que vienen a por él las autoridades, «aquí les espero», concluyó.

Ese patrón ha hecho un acto de verdadera objeción de conciencia. Una ley –además penal– interpretada de forma absurda por las autoridades le obliga a no ayudar, le advierte de que si lo hace comete un delito y las consecuencias serán desastrosas; sin embargo se arriesga porque pone su conciencia por encima de las normas y de lo que ordenan las autoridades. En este caso, este ejercicio de objeción de conciencia ha recibido el aplauso y la comprensión de todos: ninguna norma puede obligar a dejar de ayudar a quien está en peligro de muerte y se le puede auxiliar sin riesgo propio.

Pienso en España y en aquellos profesionales de la Sanidad que ponen su conciencia por encima de una ley injusta que dice que si una madre quiere matar al hijo que espera ejerce un derecho, luego hay que facilitar su ejercicio. Como los pescadores, estos profesionales tampoco quieren verse involucrados en un crimen, pero la Ley no está de su parte y no pocas autoridades sanitarias les acosan; el caso de Andalucía quizás sea paradigmático. En lo profesional son inquietados y ven amenazado su futuro.

Un aspecto más de una ley injusta. Quizás de haberse derogado la ley Fini-Bossi se habrían salvado muchos más en ese naufragio; y supongo que de haberse derogado ya la ley del aborto, quizás habría ahora muchas decenas de miles de seres humanos vivos. ¿A qué espera este Gobierno para actuar? ¿No le apremia su conciencia?